lunes, 14 de noviembre de 2016

Akenatón se ha ido



El auténtico, el faraón hereje, se fue hace más de 3300 años. Mi gato lo ha hecho hoy.

Tenía 21 años, que para un gato es como ser centenario para nosotros, así que no ha tenido una vida corta.

Además de larga, su vida ha sido cómoda. No puedo ir más allá de esto pues no tengo claro si los animales son felices en el sentido humano y, por otra parte, dudo que un animal domesticado, al que se le da todo hecho y al que se limita su mundo, pueda experimentar la felicidad en profundidad. Es el nuestro un mundo de contrastes, y no se es verdaderamente consciente de lo bueno si no se experimenta lo malo.

No era un gato especial, era lo que se espera de un gato: independiente y egoísta. No me gustan las mascotas en general, pero desde luego prefiero un gato orgulloso a un perro lameculos. Sé que no se trata más que de un traslado, de una proyección antropomórfica, de nuestras actitudes en la vida y que el "egoísmo" de los gatos o la "nobleza" de los perros obedece a meras cuestiones evolutivas y de adaptación, pero no me siento más tonto por admitirlo.

De igual manera, nuestra civilización (a través de lo que se considera política o socialmente correcto) y nuestra querida razón (que pensamos única en el mundo animal), hacen que admitir que se siente más la pérdida de una mascota que la muerte de las decenas de miles de personas que nos dejan cada día, te convierta en una especie de monstruo. Pues bien, yo acepto que se me considere un monstruo.

La ética, tristemente ligada a valoraciones de tipo moral, ni es única, ni es absoluta, ni es inmutable. Pero es que, además, no debería negar nuestra naturaleza.

Quien de verdad me considere un monstruo por admitir tal hecho es, simplemente, un hipócrita. Los sentimientos no pueden ser moldeados ni juzgados bajo patrones de uniformidad, ni sobre ideas de lo que está bien y de lo que está mal. Se siente y punto. Nadie llora todo el tiempo por las injusticias del mundo y, sin embargo, hay quien lo hace cuando ve sufrir a un animal.

Es lo que somos, seres empáticos. Y la empatía, como la gravedad o el campo electromagnético, disminuye con el cuadrado de la distancia.

Hace poco me preguntaban por la ataraxia, que viene a ser un estado, claramente inalcanzable en mi opinión, en el que se es imperturbable a los dictámenes de los sentimientos, las pasiones y los deseos.

Aunque reconozco, ahora y en alguna entrada anterior, que mi tendencia siempre ha ido en esa dirección, se debe ser cuidadoso en los extremos. Lo lamento por algunos de mis queridos filósofos griegos, pero creo que alcanzar ese estado sí nos convertiría en monstruos. De hecho, creo que se considera una patología, una disfunción, a nivel psicológico.

Siento que mi gato haya muerto, y siento haberlo ayudado a morir, aunque la eutanasia no me supone un problema ético ni siquiera con los humanos. No elijo lo que siento.

En su honor, y de nuevo caigo en el antropomorfismo, repito imagen por primera vez en este blog. Es la foto con la que abrí mi primera entrada, aunque no tenía relación alguna con ella.


Buenas noches desde Arcoíris.

martes, 13 de septiembre de 2016

Evocación


 

A veces lamento que mi memoria no sea perfecta.

Bueno, en realidad lo lamento siempre, pero unas veces más que otras.

Estamos lejos de conocer la naturaleza detallada de los procesos cerebrales en general, y la memoria, que no es solo almacenamiento, es algo que muy a pesar de los neurocientíficos sigue teniendo mucho de misteriosa.

Es un hecho cierto que mi memoria episódica (que es la que tiene que ver con experiencias personales, hechos biográficos, emociones pasadas, momentos vividos, lugares visitados, etc.) no está especialmente dotada. Mis hermanos, con los que, con la salvedad del pequeño, no me llevo mucho tiempo y en todo caso son años que deberían contar a mi favor si hablamos de sucesos de la infancia, recuerdan muchísimas cosas, relevantes o no, que a mí me parecen salidas de su imaginación.

Y no es solo algo que pueda constatar por comparación con ellos pues, aunque me esfuerce, mis recuerdos no son fuertes ni claros. Siento que debería acordarme de mis compañeros de colegio, o al menos de algunos, de mi primer beso, de la primera vez que fui a esquiar, de la distribución de las casas en que he vivido, de los sitios en que he estado, etc.

Sin embargo, apenas guardo las sensaciones, los olores, los sonidos, los sabores. Perder esos momentos pero sin perderlos del todo puede llegar a ser más frustrante que no haberlos vivido.

Hoy es 13 de septiembre, dos días después del aniversario del atentado de las torres gemelas, un día después del aniversario de mi único hijo, el mismo día del mismo mes en el que mi madre nos dejó hace ya siete años. Supongo que es imposible que olvide una cosa así.

Es una de esas veces en las que, como decía al principio, lamento que mi memoria no sea perfecta. Odio la sensación que me provoca la idea de estar perdiendo recuerdos relacionados con ella. Muchos de los recuerdos que guardo, principalmente de mi infancia y adolescencia, se mantienen precisamente por el refuerzo que ella alentaba.

En todo caso, me consuelo con el valor de la perspectiva holística de las cosas, que da más peso al concepto global que a sus constituyentes. Así, pese a que miles de detalles sobre mi relación con ella se han perdido en algún imbricado lugar entre mis recuerdos, lo que perdura es su imagen, sin duda idealizada pero no menos real, de ser humano comprensivo, paciente, tenaz y bondadoso, tan desbordante de amor y generosidad que era imposible no perdonar su terrenal falibilidad. La balanza siempre fue a su favor, y eso es mucho más de lo que puedo decir de la mayoría de semejantes con los que me he relacionado desde mi nacimiento.

Aún te recuerdo, mamá. Y no soy el único que te echa de menos.


Buenos días desde Arcoíris.

lunes, 5 de septiembre de 2016

I have a dream


 

No voy a hablar del sueño de Martin Luther King. No solo los grandes hombres tienen sueños, los pequeños también los tenemos.

Hay sueños inalcanzables y sueños asequibles, grandes sueños y nimiedades oníricas, sueños egoístas y sueños aún más egoístas, sueños que se confunden con deseos y sueños que son simplemente esperanzas.

Yo sueño con que llegue un día en el que no nos domine el miedo ni la vergüenza, en el que conceptos como la Economía, la Política, el Derecho o la Religión, dejen de tener significado.

Yo sueño con que llegue el día en el que no sean necesarios el egoísmo y el altruismo, en el que medrar no sea el único significado de la existencia.

Es éste un sueño egoísta, inalcanzable, que funde deseo y esperanza pero, sobre todo, es un sueño destructivo, pues su consecución nos llevaría, más que probablemente, a la pérdida total de identidad como especie. En ese momento dejaríamos de ser humanos, eso de lo que parecemos vanagloriarnos tanto.

I have a dream, pero quizás es mejor obviarlo.


Buenos días desde Arcoíris, el hogar de Hacedor De Sueños.

sábado, 30 de abril de 2016

Obras que han marcado mi vida (X)



Saga de la Fundación

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El turno es para Isaac Asimov, el escritor favorito de mis años juveniles. De él creo haberme leído, de manera ávida al principio y más pausada después, gran parte de su obra de ciencia-ficción y un puñado de sus libros de divulgación (en la que, desde luego, tampoco es que se quede atrás). No consigo entender cómo, pero escribió más de 500 libros en menos de 50 años desde su primera publicación. Un promedio de un libro al mes, ver para creer.

Aunque con el paso de los años llegó a saturarme un poco, Asimov es, indudablemente, uno de los más grandes escritores de ciencia-ficción de todos los tiempos. En su honor se le dio su nombre a un asteroide y a un cráter de impacto en Marte.

¿Y qué decir de la Fundación?. Aunque de eso hace cincuenta años, la trilogía inicial (Fundación, Fundación e Imperio y Segunda Fundación) recibió el honor de ser considerada la mejor saga de ciencia-ficción de todos los tiempos, en disputa directa con la del Señor de los Anillos.

No quedó el asunto en una trilogía, extendiéndose la historia en dos secuelas y dos precuelas, amén de otros libros y de muchos relatos previos que el escritor fue con el tiempo intentando unir argumentalmente. Es por ello que, aunque haya titulado esta entrada como saga, puede hablarse de un verdadero universo de la Fundación (o de Asimov si se quiere). De hecho se suelen considerar tres series o ciclos dentro de este universo, pero yo me centraré principalmente en uno de ellos, el llamado Ciclo de la Fundación o de Trántor, que vendrían a ser los últimos libros cronológicamente hablando (no por fecha de publicación).

Se ha de decir que al margen del hilo argumental (que se mueve considerablemente, tanto en el espacio como en el tiempo, cambiando de personajes y escenarios de forma casi vertiginosa), hay algunas cosas que son especialmente destacables en esta saga, ya sea por su originalidad o por su trasfondo:

-El concepto de psicohistoria como una ciencia predictiva fundamentada en el comportamiento colectivo, la estadística y la probabilidad. Tratando al futuro como si de un problema de mecánica de fluidos se tratara, Asimov une las ciencias físicas con las sociales y, milagrosamente, sobrevive al intento. La psicohistoria resulta desde el principio lo suficientemente creíble como para seguir leyendo, aunque reconozco que siempre me chirrió un poco.

-La Enciclopedia Galáctica: el compendio del saber humano, lo que quería ser la Biblioteca de Alejandría, lo que quisiera ser la wikipedia. Siempre inacabada, se usan sus citas como recurso literario y tiene su origen en la pretendida idea de que un sumario de los conocimientos de una civilización en un determinado momento le permitiría, en caso de regresar por los motivos que fuera a situaciones de barbarie, acortar los tiempos de su recuperación.

-Aunque la inteligencia artificial es patente de una forma u otra en todas las novelas (lo que no podría ser de otra forma viniendo del creador del término "robótica" y de sus tres famosas leyes), no se consideran inteligencias alienígenas, aunque sí vida extraterrestre, lo que es una combinación que resulta difícil de aceptar bajo una concepción lógica y racional.

-La Tierra es, durante la trilogía original, solo una imagen en la mente de la humanidad. La mera existencia del planeta original se considera una idea romántica y su localización se ha perdido en el transcurso de los milenios. En las secuelas su relevancia será absoluta.

En fin, además de haber prometido no desvelar tramas, en este caso sería un esfuerzo baldío hacer siquiera un resumen que pudiera sintetizar tal creación, por lo que no me siento tentado en absoluto de hacerlo, a sabiendas de que me dejo muchísimas cosas en el tintero. Sirva decir que, aunque años después encontré obras tan atractivas y complejas en su contexto como ésta, hasta ese momento nunca me había topado con algo tan vasto en su definición. No podía dejar de leer.
  
"¿Cuándo puede saber un hombre que no es un títere? ¿Cómo puede saber un hombre que no es un títere?"

Aún sueño alguna vez con El Mulo.


 Buenos días desde Arcoíris.

sábado, 16 de abril de 2016

Obras que han marcado mi vida (IX)



El rey Lear

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Shakespeare, palabras mayores.

No pretendo ser original, ni en esta elección ni en mis comentarios, pues se han escrito ríos de tinta sobre esta obra y este autor.

Ya adelanté que el bardo es un referente literario para mí. Solo lamento, y mucho, no poder leerlo en su propio idioma. No obstante, al margen de la inevitable pérdida de matices, es éste un escritor que bien podría haber sido japonés o ruso, pues en sus obras se muestra universal, o al menos yo no le veo el plumero nacionalista.

¿Y por qué El rey Lear y no otra de sus obras de teatro o poesía?. Bueno, a veces no es fácil escoger, pero en general me gusta más la prosa que la poesía (aunque en este caso se complementan) y prefiero, también en general, el drama y la tragedia a la comedia o a la novela romántica, por ejemplo. Una vez seleccionadas las tragedias dentro de sus muchas obras, a mí personalmente me gusta El rey Lear por encima de Macbeth o de Otelo, o de la mismísima Romeo y Julieta.

El argumento en sí es bastante simplón, pero le da suficiente pie a Shakespeare para lucir su asombrosa destreza, yo diría casi inhumana, en la mezcla de palabras.

Es una obra, de nuevo, sobre la miserias y las grandezas de la naturaleza humana. Sobre las decepciones, la ingratitud, la traición, la pérdida, el dolor, la maldad, pero también sobre el amor, la lealtad, el destino...

El sublime bardo nos cuenta, en formato teatral (aunque, pese a todos los intentos de representación, tanto en teatro como en cine, mi opinión es que a Shakespeare es mejor "leerlo que verlo") dos historias que van de la mano durante toda la obra, con muchas similitudes pero también con sus diferencias. Dos historias sobre seres desdichados a causa de sus propios errores y que sin embargo, a mi juicio, destilan grandeza aunque sea de manera indirecta.

"El tiempo desenmascarará lo que la astucia oculta; la vergüenza al fin burla a quien faltas encubre."

Es una tragedia, y como tal no tiene un final feliz, pero tampoco la maldad se convierte en triunfadora, así que las interpretaciones moralistas quedan para debate.


Buenos días desde Arcoíris.

viernes, 15 de abril de 2016

Obras que han marcado mi vida (VIII)



La invasión de los ladrones de cuerpos

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Vuelvo a la ciencia-ficción en versión cinematográfica.

Bajo este algo estrambótico título, cuya traducción del original no se permite grandes licencias, se oculta una película que causó en mí una impresión jamás borrada de mi memoria y probablemente nunca igualada.

Es ciencia-ficción y es terror, pero no muestra los arquetipos habituales de ninguno de estos géneros: no hay tecnología, ni naves espaciales, ni monstruos, ni grandes sustos y sobresaltos. Ni siquiera hay sangre, pero en el adolescente que yo era cuando la vi provocó un miedo absolutamente sobrecogedor, angustioso, incluso fascinante si se me permite. Es exactamente así como la recuerdo, con respetuoso e inquietante miedo.

Al contrario que la otra película de la que hable con anterioridad, esta sí es un filme de serie B, pero absolutamente imprescindible. Para mí es una demostración de cómo es posible crear una obra más que digna sin que el presupuesto sea un condicionante absoluto. De nuevo estoy hablando de una película de los años 50, así que vuelvo a apelar a la generosidad contextual.

Aunque las tentaciones de comentar dos o tres escenas claves son grandes, pues están grabadas a fuego en mi mente, sigo en mi empeño de no destripar las obras sobre las que estoy escribiendo. Lo dejaré entonces en que desde su comienzo, bajo una agradable estética, se va creando una atmósfera inquietante que va in crescendo, de forma que se respira de principio a fin un clima de tensión desbordante, estremecedor, casi asfixiante. La desconfianza se convierte en un arma de supervivencia.

Las interpretaciones de los protagonistas, desconocidos en ese momento, son impecables y su por aquel entonces poco experimentado director, Don Siegel, demuestra claramente su talento general en el filme.

La idea de contar la historia en modo flashback es bastante obviable en mi opinión pero, al parecer, le fue impuesta al director para suavizar algo el final. No es una deficiencia suficiente como para siquiera enturbiar esta, para mí, obra maestra del cine fantástico.


Fruto de la adaptación de una novela corta por entregas de Jack Finney, esta película tiene al menos tres remakes que yo conozca, siendo sólo destacable el protagonizado por Donald Shuterland, La invasión de los ultracuerpos, rodada unos veinte años después.

Para mí esta siempre será "la película de las vainas".


Buenas tardes desde Arcoíris

miércoles, 13 de abril de 2016

Obras que han marcado mi vida (VII)



De los átomos a los quarks

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Es hora de eliminar el término ficción y de quedarme solo con el de ciencia.

No estaría siendo justo, ni siquiera conmigo mismo, por mucho que un libro así no sea lo que uno espera en una serie de entradas como estas, si no incluyera algún libro de divulgación científica, pues en mi biblioteca personal hay más de un centenar de ellos, y no es por casualidad.

Es un libro con más de treinta años a sus espaldas (hay que ver como se escurre el tiempo cuando no lo miras a la cara) y pese a que ha habido avances en lo que en él se trata, ya advertí sobre lo que considero una obligada perspectiva generosa sobre el paso del tiempo en las obras humanas.

Ya era un adulto cuando leí este libro, y aunque no todo lo que en él había era un descubrimiento para mí, debo de reconocer que contribuyó a fijar uno de los temas científicos que siempre ha llamado mi atención: el funcionamiento de la realidad en su escala constituyente más pequeña. Prueba de ello es la serie de entradas que escribí en este blog bajo la etiqueta: ¿De qué están hechas las cosas?.

Intentando no asustar a los que no tienen conocimientos previos sobre el tema, James S. Trefil da una bien hilvanada perspectiva histórica sobre los avances en el conocimiento de lo más pequeño, para después entrar algo más en profundidad conforme se acerca al presente, al presente de entonces.

"En otras palabras, si se extendiera un tubo de plomo macizo desde la Tierra hasta la estrella más próxima y se soltara un neutrino dentro del tubo en ese momento, aparecería en Alfa Centauri dentro de cuatro años sin haber perturbado uno solo de los átomos del tubo."

En este viaje hacia las zonas más profundas de la realidad, no le queda más remedio que lidiar con la para mí tan odiada como venerada mecánica cuántica. Sin embargo, al ser una obra de carácter divulgativo, y no entrar por tanto en formulismos matemáticos, no provoca rechazo ni siquiera en el profano. Muy por el contrario, este físico baja a la tierra para explicarnos, en términos razonablemente entendibles a los simples mortales, el funcionamiento de la realidad de las partículas a este nivel cuántico. Aún recuerdo la forma en que trata el principio de incertidumbre, convirtiendo algo que parece envuelto en un aura mágica en un concepto comprensible, dentro de las implicaciones que supone.

No es seguramente el mejor divulgador de física, pues tiene una fuerte competencia en otros autores, algunos vivos y otros ya no, como Paul Davies, Richard Feynman, Roger Penrose, George Gamow, etc, y es posible que este no sea siquiera su mejor libro, pues tiene otros que bien podrían llevarse ese mérito (como El momento de la creación, El panorama inesperado o Un científico a la orilla del mar), pero de nuevo insisto en que la pretensión de estas entradas no es presentar las mejores obras de la humanidad, ni siquiera subjetivamente, sino solo relacionar algunas de las que han quedado fijadas en mi memoria como artífices de algún cambio apreciable, si no en mi devenir, sí en las conexiones sinápticas que han formado mi yo pasado y el actual.


 Buenas tardes desde Arcoíris

martes, 12 de abril de 2016

Las llagas de Eurídice



Muéstrame tus heridas, esas que te hacen sufrir tanto que cuando se entreabren el cielo se tiñe de rojo.

Regálame tus secretos, esos que habitan tan profundo en ti que parecen ya condenados a perecer contigo.

Ábreme tu corazón, ese sobre el que levantaste un muro tan alto que lo ha convertido en algo inalcanzable.

No permitas que el fuego del que en otro tiempo te nutrias consuma ahora tus anhelos y derrita tus esperanzas.

Déjame ser el guardián de tus sueños, el paladín de tus ilusiones, el depositario de tus pensamientos.

Al franquear tus puertas, seré ya el feliz esclavo de tu destino. Nada más necesito, nada más me importa.


Buenas noches desde Arcoíris

domingo, 10 de abril de 2016

Obras que han marcado mi vida (VI)



La colina de Watership

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Dejo momentáneamente la ciencia ficción para adentrarme un poco en la fantasía, aunque en este caso la narración trasciende más allá de lo fantasioso.

La colina de Watership es una historia de conejos pero, fuera o no la intención de su escritor, es mucho más que eso. Me resulta incomprensible que alguien pueda englobar esta obra dentro de algún tipo de referente infantil. De cuento para niños tiene muy poco.

En un formato odiseico, Richard Adams narra épicamente las vicisitudes de un grupo de conejos que abandonan su madriguera en busca de un nuevo hogar. A lo largo de una aventura de ritmo trepidante se nos guía hacia una reflexión, tan turbadora como conmovedora, de la dureza de la vida.

Descubrí pronto este libro, aunque fue por casualidad, pues, asombrosamente, en nuestro país ha pasado desapercibido durante decenios, pese a ser considerado un clásico de la narración británica.

Como decía, no estamos ante literatura infantil. Su trama destila crueldad y dramatismo, recogiendo amplios aspectos de la sociología humana pues, aunque se trate de conejos, y eso se haga patente en las diferencias, en pocas páginas nos sentimos totalmente identificados.

Es un libro de alguna manera complejo, con un cierto trasfondo ecológico, y en el que el autor se permite pinceladas fabulistas y parábolas dentro de parábolas (los conejos arrastran una mitología propia, y esos mitos y creencias son como historias separadas que se cuentan a lo largo de la trama principal: son epopeyas de sus héroes).

Existe una pronta versión cinematográfica, de finales de los años 70 que, aunque en menor medida que el libro, también es difícilmente encuadrable como película infantil, pese a ser de animación. En España se le llamó Orejas largas (sic!).

"... tu pueblo no puede gobernar el mundo, porque no quiero que sea así. Todo el mundo será tu enemigo. Príncipe de los Mil Enemigos y, dondequiera que te atrapen, te matarán. Pero primero deberán atraparte, cavador, atento, corredor, príncipe del rápido aviso. Sé astuto y lleno de tretas y tu pueblo nunca perecerá."

Algo cambia en ti cuando lees este libro, tanto más conforme estés menos curtido en las batallas de la existencia.


Buenos días desde Arcoíris.

jueves, 7 de abril de 2016

Obras que han marcado mi vida (V)



Flash Gordon

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Sí, voy a osar hablar de un comic, pero no de uno cualquiera.

La figura de Flash Gordon guarda muchos de los recuerdos de mi infancia y adolescencia y es este personaje gráfico el causante más probable, aunque evidentemente no único, de mi afición a la ciencia ficción y, en general, a la ciencia.

Creado, como página dominical, nada menos que en 1934, por Alex Raymond, y continuado posteriormente por otros dibujantes como Austin Briggs y Mac Raboy (éste con un estilo muy personal y diferenciador del resto), no es hasta la llegada de Dan Barry en los años 50 cuando se convierte en un verdadero personaje de ciencia ficción puro. Es este Flash Gordon el que conocí inicialmente y el que más me gusta, con diferencia.

Si para mí resultaba fascinante la proyección futurista del personaje, no puedo imaginarme lo que debían pensar los jóvenes, y no tan jóvenes, treinta años atrás.

La cantidad de imaginación que desbordan las tiras es impresionante y en esto hay que reconocer más mentes en los guiones que la del propio Barry.

Es difícil para alguien que no sea un verdadero experto, y yo no lo soy, discernir sobre qué ideas son totalmente originales y cuales tienen antecedentes previos, pero desde luego hay muchas en este comic que después he visto reflejadas de una forma u otra en otros soportes. Los extraterrestres que adquieren forma humana para pasar desapercibidos, la teletransportación, los replicadores de materia, transferencias de mente, seres con capacidad multiforme, la antigravedad, etc, son algunas de ellas.

En cuanto a los escenarios y, en general, los detalles en las historias, son tan espectacularmente diversos que parece una imposibilidad transmitir las sensaciones que me provocaba, y que aún lo hace, su lectura gráfica.

Árboles que atrapan animales proyectando imágenes prestadas de sus mentes, duchas que hacen invisible, meteoritos de antimateria, ventanas a otras dimensiones, viajes en el tiempo, delfines que hablan, prisiones satélite, rayos que hacen atravesar las paredes dejándolas intactas, batisferas con paredes que se hacen transparentes, mares de fuego, personajes mitológicos, rayos pacificadores, circos interplanetarios, drogas que quitan el valor, hombres mariposa, poderes psíquicos, arcas espaciales, la Atlántida, Ganímedes, Júpiter, Marte, la Luna, máquinas ilusorias, la perrita Laika, etc, etc, etc.

No acabaría nunca...

Y todo ello con una estética, a mis ojos de entonces, insuperable.


Ciencia ficción cómo nunca se había visto, y no especialmente superada después.


Buenas tardes desde Arcoíris.

martes, 5 de abril de 2016

Obras que han marcado mi vida (IV)



Planeta prohibido

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No voy a dejar aún el género, pero cambiaré de arte y pasaré al cine.

Quiero dejar claro que no estoy siguiendo un orden de preferencia ni para las novelas ni para el resto de obras de las que hablaré que, además, no se reducirán sólo a la literatura o al cine.

En ese sentido, esta película no es desde luego la que más me gusta dentro de la ccff, pero es que tampoco pretendo sentar ninguna cátedra respecto a nada, sino sólo plasmar las creaciones que han tenido más influencia, y siempre relativa, en la construcción de mi yo interno.

Debo además añadir otra salvedad que debe ser considerada de forma general en todas las entradas que haré en esta serie: creo que, aunque tampoco de forma absoluta ni estricta, las obras de arte, en su sentido más amplio, deben ser valoradas desde una perspectiva "generosa" con el paso del tiempo. Nadie discute, por ejemplo, el valor del planteamiento heliocéntrico en el siglo XVI (aunque en realidad en su concepción es casi veinte siglos anterior), por mucho que ahora nos parezca una cuestión infantil.

Necesitaba hacer esta observación, porque estamos hablando de una película de mitad de los cincuenta y, desde nuestra perspectiva actual, es fácil caer en la crítica simplona.

Planeta prohibido es, seguramente, la primera película del género con un presupuesto razonable y no puede decirse por tanto que sea de serie B. Confieso, no obstante, que, como incondicional del género, me encantan algunas películas de bajo presupuesto que bajo ninguna perspectiva pueden considerarse grandes películas. Es lo que tiene el romanticismo hecho friki, o el friki romántico según se mire.

Muchas cosas son de destacar en este largometraje:

Pese a no disponer de los efectos especiales actuales, la película no pierde grandeza en este aspecto, ni siquiera a ojos actuales, lo que ya es asombroso en sí mismo.

El guión está claramente basado en La Tempestad de Shakespeare, y quien me conoce sabe que el sublime bardo es uno de mis referentes literarios. Se ha mencionado muchas veces que el cine es el material del que están hechos nuestros sueños y es, curiosamente, en esta obra de Shakespeare donde se dice que "Somos de la misma sustancia de que están hechos los sueños, y nuestra breve vida está rodeada de un sueño".

Esta película es también claramente precursora, o al menos inspiradora, del universo Star Trek y, de nuevo, quien me conoce sabe que soy trekkie de pensamiento (más de Picard que de Kirk o del resto de capitanes, todo sea dicho).

Es en este filme en donde se introduce el concepto de robot servicial que heredarán posteriores cintas del género (C3PO sin ir más lejos). De hecho, la imagen de Robbie se ha convertido con el paso del tiempo en un verdadero emblema, si no icono, de la ciencia ficción.


La banda sonora, con música electrónica pionera, es sutilmente inquietante, aunque esto es algo que sí ha perdido mucho desde nuestra perspectiva actual.

En plena guerra fría, este largometraje se permite el lujo de considerar una Tierra unida y en paz y, de hecho, al contrario que en muchas otras películas estadounidenses, no aparece su honrada bandera ni distintivos nacionales de ninguna clase.

Otro detalle que me llamó la atención, y que no sé si por casualidad o bajo su influencia luego se repitió en un episodio de mi también apreciada The Twilight Zone, es el hecho de que la nave terrestre es ¡un platillo volante!. Por cierto que es un diseño, el del platillo volante, que la NASA parece haberse tomado en serio.

Por último he de destacar el oscuro enfoque freudiano que desemboca en un final, en cierta medida sorprendente, que redondea convenientemente la película, aunque creo que podría haberse mejorado puliendo algunos detalles que le dieran mayor coherencia al desenlace.

Así como de otros grandes clásicos como La guerra de los mundos, o Ultimátum a la Tierra  se han hecho remakes modernos, parece que esta película se resiste. Hace años que se habla de ello, pero no acaban de decidirse, aunque ahora se habla del 2017. Ojalá no la destrocen como hicieron con las otras dos que he puesto de ejemplo.

Es digna no solo se ser vista, sino de ser vista repetidamente.


Buenas noches desde Arcoíris.

lunes, 4 de abril de 2016

Obras que han marcado mi vida (III)



El maestro cantor

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En esta tercera elección vuelvo a darle peso a un libro altamente emotivo, conmovedor incluso. Es capaz de arrancar sentimientos ocultos, por bien enterrados que éstos se encuentren.

Poco puedo decir de la narrativa de su autor, Orson Scott Card, sin que se note que es uno de mis escritores favoritos. Es una persona muy controvertida en sus creencias y planteamientos, extraña, contradictoria si se quiere, pero yo no juzgo las obras juzgando a los autores, pues eso sería caer en una falacia ad hominen, que es una de las que me parecen más ridículas. Y su obra es, en general, excelente.

El maestro cantor, como tantas otras novelas del género, fue inicialmente un relato corto, un cuento, que fue desarrollado posteriormente hasta darle una entidad superior.

Al igual que en su obra más famosa, El juego de Ender (que probablemente será también objeto de una entrada pues es uno de mis libros favoritos), se cuenta la historia de un niño muy especial, cuya influencia sobre los que le rodean es inevitable, natural y fundamental, ya sea para bien o para mal.

"-¿Por qué permites que Rruk esté siempre a tu lado, cuando no es ni siquiera una Brisa?- le preguntó una vez un compañero estudiante cuando Ansset tenía seis años. Éste no contestó con palabras, sino con una canción que hizo que el curioso perdiera el Control, provocando su humillación, y logrando que llorará abiertamente. Nadie más se atrevió a desafiar jamás el derecho de Rruk sobre Ansset. No tenía amigos de verdad, pero su canción para Rruk era un desafio demasiado poderoso. "

Tengo que reconocer que el libro peca de falta de ritmo en algunos momentos, pero todo queda perdonado por  lo que aporta en su conjunto. Es un libro hermoso, como su protagonista Ansset y como las canciones que construye. Más allá de su trama, lo que le da verdadero valor es que irradia esa belleza a través de las emociones, destilando, de forma casi visceral, amor, ternura, sufrimiento, amargura e infelicidad. Sin duda es un don de Card, que pocos escritores poseen, y explotan, en tal grado.


Buenas tardes desde Arcoíris.

viernes, 1 de abril de 2016

Obras que han marcado mi vida (II)



Cita con Rama

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Se engloba en la llamada ciencia-ficción dura (hard), que viene a ser un subgénero en el que hay una razonable concordancia y justificación, en lo que se narra, con la leyes de la física.

En esta novela lo relevante no son los personajes, prácticamente planos, sino los escenarios fantásticos. Esa falta de profundidad psicológica en los personajes es, por otra parte, bastante habitual en los relatos de su autor, Arthur C. Clarke.

Cuando leí este libro no era poca la ciencia-ficción que conocía y, sin embargo, lo que leía era nuevo para mí. No era ya que el tratamiento descriptivo fuera bueno, que lo era y mucho (y eso que acostumbro a saltarme de un rápido vistazo los párrafos descriptivos pues, aparte de situarte, suelen ser puro relleno), sino que el margen para desbordar la imaginación era inusitado para mí.

Al contrario que en el libro que inauguraba esta serie de entradas en el blog, aquí la condición humana es irrelevante (más de uno lo considerará un defecto en la novela), pero es que no es eso lo que se persigue. Es un libro para el asombro, una oda a la exploración y a la curiosidad científica, un vistazo a las posibles maravillas de lo desconocido. No necesita nada más.

No llevo idea de releerlo porque tengo miedo de que los años pesen en él, y en mí, hasta el punto de que ya no me parezca lo que me pareció. No es siempre bueno mirarse al espejo tantos años después.

"...el tiempo es desesperadamente corto. Rama es un huevo cósmico, incubado por los fuegos del Sol. Puede abrirse en cualquier momento".

No existe aún versión cinematográfica, aunque ha habido algunos conatos. Aún con el poderío informático de hoy en día, parece que nadie se atreve a abordarla. También es cierto que la ciencia-ficción dura es menos vendible al séptimo arte.

Las secuelas, en las que interviene otro autor, sólo para incondicionales.

Buenas tardes desde Arcoíris.

miércoles, 30 de marzo de 2016

Obras que han marcado mi vida (I)



Flores para Algernon

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Es este un libro que hace llorar pero que, sobre todo, hace pensar.

No es una novela moderna pues, año más año menos, tiene mi edad, que ya no es poca, pero algunos libros no mueren nunca y este es uno de ellos.

Lo he releído varias veces, y cada vez que lo hago me llega al alma, si es que hay algo parecido. Las causas son múltiples: unas son cercanas, otras interiorizadas,  algunas incluso futuribles en cierta medida.

Sus interpretaciones pueden ser variadas, pero creo que esta obra no puede dejar indiferente a ningún lector.

"Oi echo un tes. Creo que lo e suspendido y creo que alomejor ahora no me van a utilizar"

Son las palabras de Charlie Gordon, su protagonista (Algernon no tiene capacidad de habla).

No voy a desvelar la trama pues el objeto de esta entrada, a la que seguirán otras, no es hacer una ficha personal del libro, sino sólo dejar constancia de algunas obras que han marcado mi vida en mayor o menor medida. En principio, por seguir una misma temática, me centraré en la denostada ciencia-ficción, pero no descarto hablar de libros de otros géneros o incluso de obras no literarias.

Decía que no voy a destripar (el spoiler de los anglosajones) la novela, pero sí diré que tiene que ver con neurociencia, pero no sólo con ella. La historia es una verdadera parábola de lo que significa ser un ser humano, con su grandeza y su mediocridad, con sus miedos, sus miserias y sus envidias, con su inocencia y con su maldad.

Existe una adaptación cinematográfica de finales de los años sesenta, poco conocida aunque incluso tiene algún Óscar. Si bien no llega a la altura del libro, y le sobran principalmente los minutos hippie-psicodélicos, es una película que se deja ver.

El autor de Flores para Algernon, Daniel Keyes, no es muy conocido fuera del círculo especializado, y su obra no es muy extensa pero, tal y como yo lo veo, alguien que escribe una cosa así ya no necesita hacer mucho más en esta vida para que ésta tenga sentido más allá de su propia individualidad. Se ha ganado la inmortalidad, como también lo han hecho sus creaciones, Charlie y Algernon.


Buenas tardes desde Arcoíris.

lunes, 15 de febrero de 2016

Oxímoron



Esta mañana surgió, en una conversación de café, esta bonita palabra.

Dice la RAE que es la combinación, en una misma estructura sintáctica, de dos palabras o expresiones de significado opuesto que originan un nuevo sentido.

Curiosamente, la conversación era sobre política y no sobre figuras literarias. Cosas del café.

Para una mente científica puede parecer algo carente de sentido, pretencioso y hasta estrafalario, por mucho que, si se indaga, uno puede comprobar que ni mucho menos su uso está excluido en la ciencia. Sin embargo, es en el lenguaje en general, y en la retórica en particular, donde adquiere su verdadera potencia.

Veamos, en sentido amplio, algunos de ellos (los hay a cientos, y es un campo en el que aún se puede llegar a ser original o a creer serlo):

-Instante eterno. Impresionante oxímoron que es una declaración en sí mismo.

-Copia original. ¿Nos hemos vuelto locos?.

-Sociedad unipersonal, crecimiento negativo, etc. ¡Socorro, los economistas!.

-Realidad virtual. ¿Pero es, o no es?

-Lavado en seco. Todo vale. Algún día alguien dirá "secado en agua" en algún anuncio publicitario.

-Amor libre. ¡Me troncho!. Eso, además de un oxímoron, es una mentira.

-Hábil torpeza. Éste, como muchos otros oxímoron, es una forma elegante de destacar un defecto.

-Fe racional. ¡Anda ya!.

-Ciencia Política. Jajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajaja...



Buenas tardes desde Arcoíris, donde los oxímoron no son tales.

sábado, 6 de febrero de 2016

El Tetraego



No, no es un juego de mesa.

Es la única palabra, inexistente desde luego, que se me antoja semánticamente correcta para definir lo que somos.

"Lo que se es" es una mezcla de lo que se piensa, lo que se dice, lo que se hace y también, lamentablemente, de lo que se parece. Y ello es así porque todas estas cuestiones se entrelazan y se retroalimentan en un proceso tan complicado que nuestra burda, pero cuerda, simplificación escandalizaría a cualquier verdadera racionalidad extrahumana.

Nuestro pensamiento parece ser, entre ellos, el más libre e inherente a nuestro ser, pero lo que somos no es desde luego lo que pensamos pues, solipsismo aparte, nuestra relación con el mundo exterior es una vía de doble sentido.

Lo que decimos debería mostrar lo que pensamos pero la hipocresía, absolutamente necesaria y beneficiosa en su justa medida, establece un claro diferencial entre ambos conceptos.

Por otro lado, los hechos, a veces muy alejados de las palabras y/o de los pensamientos, no son tampoco suficientes en sí mismos, pues su interpretación es tan confusa como el propio mundo.

Y, por último, la que quizás debería ser la menos relevante pero acaba siendo, en muchas ocasiones, la verdadera dueña del tinglado: la apariencia.

Uno puede pensar que le es indiferente la visión de los demás sobre su persona y que lo que uno es no depende en realidad de lo que los demás creen que eres. Y parte de verdad hay en ello, pero no toda.

Esa retroalimentación entre las cuatro "personas" que habitan en nosotros acaba estableciendo un equilibrio de poder que es lo que verdaderamente nos define, lo que somos.

Es realidad sí se parece a un juego de mesa: es un Estratego, pero a cuatro bandas.

No sé si es lo mejor, pero es lo que hay.


Buenos días desde Arcoíris.