lunes, 4 de abril de 2016

Obras que han marcado mi vida (III)



El maestro cantor

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En esta tercera elección vuelvo a darle peso a un libro altamente emotivo, conmovedor incluso. Es capaz de arrancar sentimientos ocultos, por bien enterrados que éstos se encuentren.

Poco puedo decir de la narrativa de su autor, Orson Scott Card, sin que se note que es uno de mis escritores favoritos. Es una persona muy controvertida en sus creencias y planteamientos, extraña, contradictoria si se quiere, pero yo no juzgo las obras juzgando a los autores, pues eso sería caer en una falacia ad hominen, que es una de las que me parecen más ridículas. Y su obra es, en general, excelente.

El maestro cantor, como tantas otras novelas del género, fue inicialmente un relato corto, un cuento, que fue desarrollado posteriormente hasta darle una entidad superior.

Al igual que en su obra más famosa, El juego de Ender (que probablemente será también objeto de una entrada pues es uno de mis libros favoritos), se cuenta la historia de un niño muy especial, cuya influencia sobre los que le rodean es inevitable, natural y fundamental, ya sea para bien o para mal.

"-¿Por qué permites que Rruk esté siempre a tu lado, cuando no es ni siquiera una Brisa?- le preguntó una vez un compañero estudiante cuando Ansset tenía seis años. Éste no contestó con palabras, sino con una canción que hizo que el curioso perdiera el Control, provocando su humillación, y logrando que llorará abiertamente. Nadie más se atrevió a desafiar jamás el derecho de Rruk sobre Ansset. No tenía amigos de verdad, pero su canción para Rruk era un desafio demasiado poderoso. "

Tengo que reconocer que el libro peca de falta de ritmo en algunos momentos, pero todo queda perdonado por  lo que aporta en su conjunto. Es un libro hermoso, como su protagonista Ansset y como las canciones que construye. Más allá de su trama, lo que le da verdadero valor es que irradia esa belleza a través de las emociones, destilando, de forma casi visceral, amor, ternura, sufrimiento, amargura e infelicidad. Sin duda es un don de Card, que pocos escritores poseen, y explotan, en tal grado.


Buenas tardes desde Arcoíris.

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