viernes, 15 de abril de 2016

Obras que han marcado mi vida (VIII)



La invasión de los ladrones de cuerpos

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Vuelvo a la ciencia-ficción en versión cinematográfica.

Bajo este algo estrambótico título, cuya traducción del original no se permite grandes licencias, se oculta una película que causó en mí una impresión jamás borrada de mi memoria y probablemente nunca igualada.

Es ciencia-ficción y es terror, pero no muestra los arquetipos habituales de ninguno de estos géneros: no hay tecnología, ni naves espaciales, ni monstruos, ni grandes sustos y sobresaltos. Ni siquiera hay sangre, pero en el adolescente que yo era cuando la vi provocó un miedo absolutamente sobrecogedor, angustioso, incluso fascinante si se me permite. Es exactamente así como la recuerdo, con respetuoso e inquietante miedo.

Al contrario que la otra película de la que hable con anterioridad, esta sí es un filme de serie B, pero absolutamente imprescindible. Para mí es una demostración de cómo es posible crear una obra más que digna sin que el presupuesto sea un condicionante absoluto. De nuevo estoy hablando de una película de los años 50, así que vuelvo a apelar a la generosidad contextual.

Aunque las tentaciones de comentar dos o tres escenas claves son grandes, pues están grabadas a fuego en mi mente, sigo en mi empeño de no destripar las obras sobre las que estoy escribiendo. Lo dejaré entonces en que desde su comienzo, bajo una agradable estética, se va creando una atmósfera inquietante que va in crescendo, de forma que se respira de principio a fin un clima de tensión desbordante, estremecedor, casi asfixiante. La desconfianza se convierte en un arma de supervivencia.

Las interpretaciones de los protagonistas, desconocidos en ese momento, son impecables y su por aquel entonces poco experimentado director, Don Siegel, demuestra claramente su talento general en el filme.

La idea de contar la historia en modo flashback es bastante obviable en mi opinión pero, al parecer, le fue impuesta al director para suavizar algo el final. No es una deficiencia suficiente como para siquiera enturbiar esta, para mí, obra maestra del cine fantástico.


Fruto de la adaptación de una novela corta por entregas de Jack Finney, esta película tiene al menos tres remakes que yo conozca, siendo sólo destacable el protagonizado por Donald Shuterland, La invasión de los ultracuerpos, rodada unos veinte años después.

Para mí esta siempre será "la película de las vainas".


Buenas tardes desde Arcoíris

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