sábado, 16 de abril de 2016

Obras que han marcado mi vida (IX)



El rey Lear

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Shakespeare, palabras mayores.

No pretendo ser original, ni en esta elección ni en mis comentarios, pues se han escrito ríos de tinta sobre esta obra y este autor.

Ya adelanté que el bardo es un referente literario para mí. Solo lamento, y mucho, no poder leerlo en su propio idioma. No obstante, al margen de la inevitable pérdida de matices, es éste un escritor que bien podría haber sido japonés o ruso, pues en sus obras se muestra universal, o al menos yo no le veo el plumero nacionalista.

¿Y por qué El rey Lear y no otra de sus obras de teatro o poesía?. Bueno, a veces no es fácil escoger, pero en general me gusta más la prosa que la poesía (aunque en este caso se complementan) y prefiero, también en general, el drama y la tragedia a la comedia o a la novela romántica, por ejemplo. Una vez seleccionadas las tragedias dentro de sus muchas obras, a mí personalmente me gusta El rey Lear por encima de Macbeth o de Otelo, o de la mismísima Romeo y Julieta.

El argumento en sí es bastante simplón, pero le da suficiente pie a Shakespeare para lucir su asombrosa destreza, yo diría casi inhumana, en la mezcla de palabras.

Es una obra, de nuevo, sobre la miserias y las grandezas de la naturaleza humana. Sobre las decepciones, la ingratitud, la traición, la pérdida, el dolor, la maldad, pero también sobre el amor, la lealtad, el destino...

El sublime bardo nos cuenta, en formato teatral (aunque, pese a todos los intentos de representación, tanto en teatro como en cine, mi opinión es que a Shakespeare es mejor "leerlo que verlo") dos historias que van de la mano durante toda la obra, con muchas similitudes pero también con sus diferencias. Dos historias sobre seres desdichados a causa de sus propios errores y que sin embargo, a mi juicio, destilan grandeza aunque sea de manera indirecta.

"El tiempo desenmascarará lo que la astucia oculta; la vergüenza al fin burla a quien faltas encubre."

Es una tragedia, y como tal no tiene un final feliz, pero tampoco la maldad se convierte en triunfadora, así que las interpretaciones moralistas quedan para debate.


Buenos días desde Arcoíris.

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