De los átomos a los quarks
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Es hora de eliminar el término
ficción y de quedarme solo con el de ciencia.
No estaría siendo justo, ni
siquiera conmigo mismo, por mucho que un libro así no sea lo que uno espera en
una serie de entradas como estas, si no incluyera algún libro de divulgación
científica, pues en mi biblioteca personal hay más de un centenar de ellos, y
no es por casualidad.
Es un libro con más de treinta
años a sus espaldas (hay que ver como se escurre el tiempo cuando no lo miras a
la cara) y pese a que ha habido avances en lo que en él se trata, ya advertí
sobre lo que considero una obligada perspectiva generosa sobre el paso del
tiempo en las obras humanas.
Ya era un adulto cuando leí este
libro, y aunque no todo lo que en él había era un descubrimiento para mí, debo
de reconocer que contribuyó a fijar uno de los temas científicos que siempre ha
llamado mi atención: el funcionamiento de la realidad en su escala
constituyente más pequeña. Prueba de ello es la serie de entradas que escribí
en este blog bajo la etiqueta: ¿De qué están hechas las cosas?.
Intentando no asustar a los que
no tienen conocimientos previos sobre el tema, James S. Trefil da una bien
hilvanada perspectiva histórica sobre los avances en el conocimiento de lo más
pequeño, para después entrar algo más en profundidad conforme se acerca al
presente, al presente de entonces.
En este viaje hacia las zonas más
profundas de la realidad, no le queda más remedio que lidiar con la para mí tan
odiada como venerada mecánica cuántica. Sin embargo, al ser una obra de
carácter divulgativo, y no entrar por tanto en formulismos matemáticos, no
provoca rechazo ni siquiera en el profano. Muy por el contrario, este físico baja
a la tierra para explicarnos, en términos razonablemente entendibles a los
simples mortales, el funcionamiento de la realidad de las partículas a este
nivel cuántico. Aún recuerdo la forma en que trata el principio de
incertidumbre, convirtiendo algo que parece envuelto en un aura mágica en un
concepto comprensible, dentro de las implicaciones que supone.
No es seguramente el mejor
divulgador de física, pues tiene una fuerte competencia en otros autores, algunos
vivos y otros ya no, como Paul Davies, Richard Feynman, Roger Penrose, George
Gamow, etc, y es posible que este no sea siquiera su mejor libro, pues tiene
otros que bien podrían llevarse ese mérito (como El momento de la creación,
El panorama inesperado o Un científico a la orilla del mar), pero
de nuevo insisto en que la pretensión de estas entradas no es presentar las
mejores obras de la humanidad, ni siquiera subjetivamente, sino solo relacionar
algunas de las que han quedado fijadas en mi memoria como artífices de algún
cambio apreciable, si no en mi devenir, sí en las conexiones sinápticas que han
formado mi yo pasado y el actual.
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