martes, 11 de febrero de 2025

Diarios de gente perdida (X)

 


Diario de un fantasioso

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Cuando siento que las sombras reniegan de la oscuridad que las nutre...

Cuando veo que la paz se muestra disconforme con la calma que la sustenta...

Cuando se me antoja que el tiempo se lamenta del sentido de la flecha que, justamente, le da sentido...

Cuando las palabras luchan por perder su significado...

Cuando todo a mi alrededor se convierte en nada y los sueños rivalizan con la realidad...

...es que algo no va bien. 

Y ese algo, solo puedo ser yo.


Buenas tardes desde Arcoíris.

lunes, 11 de noviembre de 2024

Cuando la lluvia abandona la poesía

 


29 de octubre.

Llueve.

Apenas me ha dado tiempo a sacar el coche del garaje.

Lo alejo, pero no lo suficiente. Ya no lo volveré a encontrar en el mismo sitio.

Consigo volver a la seguridad de mi vivienda, aunque en mi camino ya hay un pequeño rio de agua sucia en lugar de carretera.

Se va la luz. Cenamos a la luz de las velas y las linternas LED.

Sin ser totalmente conscientes de ello, el infierno se ha desatado.

No duermo bien esa noche, pero las verdaderas pesadillas están en el exterior.

Amanece.

Las calles están irreconocibles, parecen los decorados de una película postapocalíptica, pero todo es crudamente real.

Los coches se amontonan unos encima de otros y contra los edificios.

El barro y los obstáculos dificultan, y hasta imposibilitan, el movimiento de los tan asombrados como asustados transeúntes, que contemplan la escena sin acabar de creérselo.

Los garajes subterráneos están inundados hasta el nivel de la calzada, las viviendas y los locales en las plantas bajas están arrasados.

Aún no lo sabía, pero mis ojos ya me decían que no solo habría cuantiosos daños materiales.

Me sentí afortunado.

No valoramos las cosas que tenemos hasta que las perdemos. No damos valor a la salud, hasta que algo nos falla, y no damos mucha importancia a las cosas que siempre tenemos al alcance, hasta que, intempestivamente, las perdemos.

Así, estar sin luz, sin agua, sin teléfono, sin internet, y no te digo ya sin comida o sin agua que beber, hace que vuelvas a pensar en estas situaciones con otra perspectiva.

Y ya, a otro nivel, es inimaginable lo que se debe sentir al perder completamente tu casa, tu trabajo, y hasta a tus seres queridos.

De nuevo me siento afortunado.

La vida es frágil y la fortuna esquiva.

Descansen en paz los que nos han dejado.

Buenas tardes desde Arcoíris.


miércoles, 21 de septiembre de 2022

La innegable obcecación del abnegado


Hoy en día, en los tiempos en que reina el buenismo (vulgarismo normalizado con connotaciones sarcásticas obvias), junto con otras tendencias que le acompañan cogidas de la mano formando el trenecito de la hipocresía patológica que nos caracteriza, suena casi a broma hablar “en serio” de algo como la abnegación.

Creo haber comentado en alguna entrada anterior esa visión, bien argumentada y nada desdeñable, de que el altruismo, y sus parientes cercanos, sólo son imágenes en el espejo del todopoderoso egoísmo.

Lo cierto es que, aunque las motivaciones puedan no ser tan “puras” como debieran, en la práctica podemos considerar (dejando de lado la palpable arbitrariedad, subjetividad, relatividad, transitoriedad, y unas cuantas “-dad” más, de la Ética), que la abnegación (no enfermiza) está más cercana al concepto de “bien” que al de “mal”.

Renunciar a los propios deseos o intereses en beneficio ajeno no es ninguna tontería.

Desde un punto de vista puramente evolutivo parece más una ayuda que un inconveniente, lo que no ocurre en el caso de otras virtudes humanas.

Se habla de la abnegación de los padres, de los médicos, de los bomberos o los policías, de los religiosos…

No creo que todas sean equiparables, o tan siquiera comparables, como tampoco creo que todas sean fruto de la lucidez o del discernimiento ético, pero, pragmáticamente hablando, podríamos considerarlo un atentado (voluntario generalmente) contra la razón, un ofuscamiento de las ideas, un intento desesperado de desligarnos de nuestra naturaleza inherentemente egoísta.

Bienvenido sea.

La humanidad mejora, aunque hasta eso sería discutible para más de uno, pero lo cierto es que lo hace con frustrante parsimonia. Tan lentamente, que es bastante probable que no alcancemos nuestras ilusionantes metas utópicas, sino que más bien nuestro futuro sea distópico.

Combatir la intolerancia con la tolerancia, los extremismos con talante dialogante, las agresiones bélicas con diplomacia, poner la otra mejilla, etc., pueden ser cosas que suenen muy bien a nuestros hipócritas oídos (en realidad, en esencia, son correctas y acordes a nuestro criterio general de lo que debería ser nuestra manida “humanidad”) pero, en el nivel de “civilización” en el que nos encontramos actualmente, no auguran buen desenlace.

Me da que los dinosaurios nos llevan una ventaja demasiado grande como para intentar siquiera igualarlos en un futuro lejano.

Buenas tardes desde Arcoíris.


martes, 19 de abril de 2022

Pierdeaños


En algún momento, indeterminado e ignoto, pasé de pensar que cada cumpleaños suponía un año más de vida, a considerar que, en realidad, suponía uno menos.

Sí, parece lo mismo, pero no lo es.

Quizás no como en los procesos cuánticos subatómicos, pero yo creo que nuestra percepción cambia un poco nuestra realidad. No a nivel físico, pero sí a nivel psíquico.

Si bien técnicamente aún no he entrado en lo que hoy en día consideramos vejez, es evidente que el haber ido siempre un paso por delante en mi edad mental (mi madre me decía muchas veces que nunca fui un verdadero niño y que, a veces, parecía que había nacido viejo) ahora debe tener un coste añadido.

Cada etapa de nuestra vida tiene sus cosas buenas y sus cosas malas, así que tampoco se trata del “cualquier tiempo pasado fue mejor” lo que, por otra parte, siempre me pareció de una estupidez supina. 

En cualquier caso, es evidente que uno piensa más en aquellos temas que le son próximos, temporalmente hablando, y menos en los que están alejados, por lo que necesariamente los pensamientos, y todo lo que ellos conllevan, son diferentes.

A Ghandi se le atribuyen las siguientes palabras:

“Cuida tus pensamientos, porque se convertirán en tus palabras.

Cuida tus palabras, porque se convertirán en tus actos.

Cuida tus actos, porque se convertirán en tus hábitos.

Cuida tus hábitos, porque se convertirán en tu destino.”

Estas proposiciones concatenadas nos llevan a la dudosa conclusión, pero plausible, de que tus pensamientos forjan tu destino, ¡casi nada!

El deterioro físico que sufrimos desde que nacemos, y que se debe principalmente a una evolución marcada por el imperio del oxígeno, no ayuda nunca a que nuestros pensamientos vuelen por encima de nuestra mortalidad y, desde luego, esto es algo que no mejora conforme vamos cumpliendo nuestro tiempo finito en este mundo.

Pese a los recordatorios permanentes que llamamos “achaques”, nos empeñamos en considerarnos jóvenes (y eso, desde luego, contribuye beneficiosamente a nuestra, tan ahora de moda, salud mental), pero si pensamos demasiado en nuestros autoengaños la cosa ya no es tan beneficiosa.

Por algún motivo desconocido, pero que sin duda tiene que ver con nuestros pobres esquemas mentales y con nuestra naturaleza imperfecta, la racionalización no es siempre lo más deseable.

En fin, que me deseo un feliz e irracional cumpleaños.

Buenas tardes desde Arcoíris.


sábado, 16 de octubre de 2021

Temple inmortal

 


En un lugar de la Mancha nació hace hoy 79 años.

En el mismo lugar de la Mancha murió hace 12 años y algunas semanas.

La duración de la vida se mide en años, y una simple resta nos dice que su vida duró algo menos de 67 años, muy poco para hoy en día.

Es evidente que el valor de una vida no tiene relación directa con su duración y que, además, ese valor es absolutamente relativo y subjetivo.

No es mi pretensión establecer escalas de valoración, aunque tenemos que ser conscientes de que es una práctica habitual en nuestro insensible y pragmático mundo.

Tampoco es mi pretensión abrir heridas a quien, con gran esfuerzo, ya las haya cerrado, aunque eso es algo que también es inevitable.

Quizás se trata de un vano intento de mantener vivo su recuerdo, de homenajear su existencia, o simplemente un acto de justicia redentora personal.

Después de 11 años de escribir siempre algo en el aniversario de su marcha, este año dejé de hacerlo. No fue algo premeditado, pero tampoco algo fruto del descuido o del olvido. Fue solo un intento, que ahora frustro, de encontrar un equilibrio entre el pasado y el futuro.

Un Pepito Grillo, que vuela sin alas, es el responsable de esta entrada.

Madre que no puedes oírnos, que los ángeles en los que no creo aprecien tu presencia, y que tu hermana, que ahora sigue tu camino en un lugar a mis ojos inexistente, encuentre tu luz en la oscuridad.

Buenos días desde Arcoíris.


domingo, 13 de septiembre de 2020

El viaje

13 de septiembre, de nuevo.

Detenerse un instante, simplemente a contemplar como pasa el tiempo, es algo aconsejable.

Te hace ser consciente de que tarde o temprano se te agotará, pero, al mismo tiempo, te permite valorar la propia vida y la de los que te rodean.

Los hay que piensan que en nuestro viaje existencial lo importante es el destino. Otros, sin embargo, creen que lo que importa es el propio viaje.

Y, aunque pueda parecer que entre estos dos grupos ya estamos todos incluidos, aún queda espacio para los que creen que lo fundamental en ese viaje es, en realidad, la compañía.

No puedo decir que yo sea de estos últimos, pero sí que es cierto que hay personas que hacen que tu transcurrir sea más agradable.

Otro año más llega el momento de detenerme a escribir sobre ella, y al hacerlo comprendo que no solo le debo la vida, sino que mientras vivió contribuyó a que mi camino fuera más llevadero. De nada sirve correr si no sabes hacia dónde vas, y para ello toda guía es poca.

Como bien saben los que me conocen, mi memoria es buena olvidando, pero hay algunas cosas que es imposible olvidar. Como dijo Pascal, el corazón tiene razones que la razón ignora.

Mi camino es más triste sin tu compañía, mamá.

Buenas tardes desde Arcoíris.

viernes, 13 de septiembre de 2019

Pervivencia



Aquí estamos otra vez.

Triste cita, penoso aniversario.

Puede parecer que este ejercicio anual, en cierto modo cruel, es un intento de anclar el pasado. Que, además de ser vano y fútil, impide pasar página y mirar al futuro a la cara, sin miedos ni remordimientos.

Tal vez tiene algo de eso, pero nada en este mundo es tan sencillo como nos gustaría, ni tan simple como nos convendría que fuera. El reduccionismo es una buena herramienta, pero, como bien sabe mi descendiente, yo nunca pierdo contacto con el holismo.

En cualquier caso, sea una forma de autoinfligirse dolor, o de mantener viva la llama de una consciencia ausente, lo cierto es que ya me resulta difícil no escribir en un día como hoy algo que la devuelva fugazmente al mundo de los vivos.

Decía Platón que cuando la muerte se precipita sobre el hombre, la parte mortal se extingue, pero la parte inmortal se aparta sana y a salvo. Yo desde luego no lo creo, pero seguramente ella sí lo creía.

Al viento, y al mundo, le digo, que no la hemos olvidado.

Buenas tardes desde Arcoíris.

jueves, 13 de septiembre de 2018

Aflicción



De nuevo, septiembre. Otro año más...

Es extraño como discurre el tiempo en nuestra cabeza.

A veces, casi siempre de hecho, vivimos como si fuera algo de lo que disponemos, sin reservas, a largo plazo. Su transcurrir solo nos incomoda en el día a día, a corto plazo.

Una veces pasa con asombrosa lentitud y otras se nos escurre inmisericorde.

Las efemérides de nuestra vida nos hacen detenernos un momento y ser más conscientes del paso del tiempo. Las buenas y las malas, sin distinción.

Hoy es un día de esos para mí. Me devuelve a la realidad de mi propia mortalidad y me coloca directamente en el punto de mira de mis más oscuros pensamientos.

No quiero que este blog se convierta en un pozo de tristeza, ni de catarsis personal, pero si no me obligo a escribir más, y sólo lo hago en estas fechas, es exactamente lo que acabará pareciendo...

Este año dejaré que palabras mucho más elogiables que las mías se expresen por mí:

Fragmento de "A mi madre", 1863, Rosalía de Castro
...............................................

Yo tuve una dulce madre,
concediéramela el cielo,
más tierna que la ternura,
más ángel que mi ángel bueno.

En su regazo amoroso,
soñaba... ¡sueño quimérico!
dejar esta ingrata vida
al blando son de sus rezos.

Mas la dulce madre mía,
sintió el corazón enfermo,
que de ternura y dolores,
¡ay!, derritióse en su pecho.

Pronto las tristes campanas
dieron al viento sus ecos;
murióse la madre mía;
sentí rasgarse mi seno.

...........................................

Esos ecos de tristes campanas que menciona Rosalía aún resuenan en mi cabeza, como si el tiempo no hubiera pasado, como si no fuera a pasar nunca.

Buenos días desde Arcoíris.

miércoles, 13 de septiembre de 2017

Ocho años separados


Tengo miedo.

No es un miedo tangible, ni siquiera sé si es real.

Es más una sensación, algo que habita en las profundidades de mi mente.

Tampoco es algo racional, ni cuantificable, y cuanto más intento analizarlo, más confuso me siento.

Creo que es miedo a olvidar, que es algo tan estúpido e ilógico como el miedo a la muerte.

La desaparición o el olvido suponen en sí mismos una ruptura causal que imposibilitan ese sentimiento. ¿Cómo puede uno sentir miedo a no ser si cuando ya no se es no se siente?, ¿cómo puede uno tener miedo a olvidar si lo que se olvida deja de formar parte de tu equipaje vital exactamente igual que si nunca hubiera ocurrido?

No tengo esas respuestas, y sin embargo debo admitir que, sea miedo verdadero u otra cosa, produce desazón y consumo de pensamiento.

Hace un año exactamente lamentaba aquí mismo que mi memoria no fuera perfecta. Hoy sigo lamentándolo y, aunque no puedo recordar lo que he olvidado, eso no reduce el vacío que dejaste, madre.


Buenas noches desde Arcoíris.

martes, 12 de septiembre de 2017

Dos décadas juntos



Feliz cumpleaños, hijo.

Buenas tardes desde Arcoíris

martes, 9 de mayo de 2017

Nómada de sus pensamientos



Silbando al viento caminaba hacia el ocaso.

En su vagar, las notas surgían de sus labios sin aparente coherencia. Era un canto al Sol que se perdía en el horizonte.

No esperaba respuesta, pues no había pregunta alguna en su melodía improvisada. Sólo andaba por andar y, a ratos, corría.

Sus pensamientos eran ausentes y tan mecánicos como el propio caminar. Su cerebelo llevaba el control.

Ese piloto automático en su pensar hacía tiempo que le preocupaba. Sabía que es algo habitual al pasear sin rumbo fijo pero, por algún motivo, le parecía que lo hacía en un grado enfermizo.

Sin embargo, era en esos momentos cuando se sentía mejor. Rallando un anodino paroxismo, su mente abordaba su yo interno desbordando sus pasiones y deseos más íntimos. No necesitaba, ni quería, compartir eso con nadie más.

No era algo racional, pero tampoco era inexplicable. Seguramente algún gurú de esos que pretenden ser psicólogos, o algún psicólogo de esos que pretenden ser gurús, daría buena cuenta de sus procesos mentales, por automáticos que estos fueran. No pensaba recurrir a ellos, y la neuropsicología le parecía demasiado incipiente aún para estas cuestiones. Además, la ignorancia lúcida no suele ser la peor de las opciones.

Se sorprendió con esta retroalimentación consciente de sus pensamientos. Era ahora su corteza cerebral la que mandaba, aunque sin prepotencia alguna. Ese momentáneo control le tranquilizaba tanto como le apenaba, pero no alteraba su paso.

A esas alturas, el astro rey apenas era ya visible en la lejanía. Sería mejor dar la vuelta.

Silbando al viento volvía a casa.

En su vagar, las notas surgían de sus labios sin aparente coherencia. Era un canto a la Luna que dominaría pronto el firmamento.

No esperaba respuesta, pues no había pregunta alguna en su melodía improvisada. Sólo andaba por andar y, a ratos, corría.


Buenas noches desde Arcoíris.

viernes, 21 de abril de 2017

Cómo un blog lleva a un libro



Hace diez días este blog cumplió nada menos que siete años.

Pese a que no me he prodigado mucho en él, lo cierto es que gota a gota se hace un mar.

Cuando cumplió cinco años ya comenté que, olvidándome del valor relativo del número de entradas, ya parecía una cantidad suficiente de las mismas para desnudar una parte, al menos, de mi naturaleza.

Pues bien, llevaba un tiempo dándole vueltas a la idea de ir un paso más allá, y al final me he decidido a darle cuerpo físico a gran parte de este blog.

Si bien no tengo nada contra el formato digital, en cualquiera de sus opciones, siempre he preferido añadir el sentido del tacto a la lectura; cuando no había más opción y cuando ya la había. Soy algo antiguo en eso, aunque quede mejor decir romántico.

Es indudable que los libros físicos tiene los días contados, como los tenemos nosotros, pero al contrario que con otras cosas (DVD's por ejemplo), me resisto de momento a prescindir de ellos. Mi videoteca (en sentido amplio, pues incluyo las cintas de video, que pronto serán tan extrañas como los teléfonos de disco, y los DVD) está hace tiempo en fase terminal por culpa de los discos duros, pero mi biblioteca me sobrevivirá sin duda.

Bueno, la cuestión es que, como decía, he convertido gran parte de este blog en un libro.

Hoy en día escribir sigue teniendo el mismo mérito relativo que antaño, pero las nuevas tecnologías, y los nuevos conceptos empresariales, han hecho que editar y publicar no sea ya una odisea, ni exija una excelencia siempre subjetiva o una red de contactos adecuada. Ni siquiera es necesario que se sigan los patrones de beneficio, tendencia u oportunismo.

Con todo esto quiero decir que no lo considero una gran hazaña y que lo único que he buscado es darle continuidad, a la ya antigua usanza de tinta sobre papel, a lo que con el paso de los años se ha convertido en la finalidad de este blog.

Es decir, que mis humildes mezclas de palabras no se pierdan rápidamente en el tiempo y puedan servir de legado a mis descendientes, con mayor información, a mi juicio, que un puñado de fotografías, de enseres o de recuerdos transmitidos.

Dejando clara esta cuestión, y no sabiendo cómo no parecer un vendedor al añadir los enlaces para su obtención, si que diré que en el libro no aparece mucho más de lo que se puede leer aquí, si bien está más ordenado y estructurado, así que es razonable no comprarlo.

No deja de ser curioso que, con todo lo que he escrito a lo largo de mi vida, me haya decidido a publicar mi primer libro ayudándome de las entradas de este blog pero, por algún motivo, me ha parecido lo más acertado.

También puede resultar curioso que después de todo lo que he dicho sobre el romanticismo del papel impreso, el libro en cuestión también se publique en formato ebook pero, si algo tengo claro, es que lo que a una persona le gusta, o le parece más adecuado, no tiene que valer para los demás. Antiguo, pero de mente abierta.

Aunque en breve estará disponible en más plataformas y formatos, e incluso bajo pedido en librerías físicas, dejo aquí el enlace para Amazon España, en donde se puede encontrar tanto en formato papel como en digital (Kindle).



Buenas tardes desde Arcoíris.

martes, 14 de febrero de 2017

Diarios de gente perdida (IX)



Diario de un lujurioso

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Cansadas mis neuronas y desatadas mis hormonas, soy caminante beligerante.
Amargo por dentro y dulce por fuera, soy  fruto sustituto.
Erguido hasta el dolor y henchido de calor, soy tanto fuente como afluente.
Nublado mi raciocinio y colmada mi libido, soy más veleta que poeta.
Todos los días son iguales en mi obseso transitar.

Buenas tardes desde Arcoíris.

lunes, 14 de noviembre de 2016

Akenatón se ha ido



El auténtico, el faraón hereje, se fue hace más de 3300 años. Mi gato lo ha hecho hoy.

Tenía 21 años, que para un gato es como ser centenario para nosotros, así que no ha tenido una vida corta.

Además de larga, su vida ha sido cómoda. No puedo ir más allá de esto pues no tengo claro si los animales son felices en el sentido humano y, por otra parte, dudo que un animal domesticado, al que se le da todo hecho y al que se limita su mundo, pueda experimentar la felicidad en profundidad. Es el nuestro un mundo de contrastes, y no se es verdaderamente consciente de lo bueno si no se experimenta lo malo.

No era un gato especial, era lo que se espera de un gato: independiente y egoísta. No me gustan las mascotas en general, pero desde luego prefiero un gato orgulloso a un perro lameculos. Sé que no se trata más que de un traslado, de una proyección antropomórfica, de nuestras actitudes en la vida y que el "egoísmo" de los gatos o la "nobleza" de los perros obedece a meras cuestiones evolutivas y de adaptación, pero no me siento más tonto por admitirlo.

De igual manera, nuestra civilización (a través de lo que se considera política o socialmente correcto) y nuestra querida razón (que pensamos única en el mundo animal), hacen que admitir que se siente más la pérdida de una mascota que la muerte de las decenas de miles de personas que nos dejan cada día, te convierta en una especie de monstruo. Pues bien, yo acepto que se me considere un monstruo.

La ética, tristemente ligada a valoraciones de tipo moral, ni es única, ni es absoluta, ni es inmutable. Pero es que, además, no debería negar nuestra naturaleza.

Quien de verdad me considere un monstruo por admitir tal hecho es, simplemente, un hipócrita. Los sentimientos no pueden ser moldeados ni juzgados bajo patrones de uniformidad, ni sobre ideas de lo que está bien y de lo que está mal. Se siente y punto. Nadie llora todo el tiempo por las injusticias del mundo y, sin embargo, hay quien lo hace cuando ve sufrir a un animal.

Es lo que somos, seres empáticos. Y la empatía, como la gravedad o el campo electromagnético, disminuye con el cuadrado de la distancia.

Hace poco me preguntaban por la ataraxia, que viene a ser un estado, claramente inalcanzable en mi opinión, en el que se es imperturbable a los dictámenes de los sentimientos, las pasiones y los deseos.

Aunque reconozco, ahora y en alguna entrada anterior, que mi tendencia siempre ha ido en esa dirección, se debe ser cuidadoso en los extremos. Lo lamento por algunos de mis queridos filósofos griegos, pero creo que alcanzar ese estado sí nos convertiría en monstruos. De hecho, creo que se considera una patología, una disfunción, a nivel psicológico.

Siento que mi gato haya muerto, y siento haberlo ayudado a morir, aunque la eutanasia no me supone un problema ético ni siquiera con los humanos. No elijo lo que siento.

En su honor, y de nuevo caigo en el antropomorfismo, repito imagen por primera vez en este blog. Es la foto con la que abrí mi primera entrada, aunque no tenía relación alguna con ella.


Buenas noches desde Arcoíris.

martes, 13 de septiembre de 2016

Evocación


 

A veces lamento que mi memoria no sea perfecta.

Bueno, en realidad lo lamento siempre, pero unas veces más que otras.

Estamos lejos de conocer la naturaleza detallada de los procesos cerebrales en general, y la memoria, que no es solo almacenamiento, es algo que muy a pesar de los neurocientíficos sigue teniendo mucho de misteriosa.

Es un hecho cierto que mi memoria episódica (que es la que tiene que ver con experiencias personales, hechos biográficos, emociones pasadas, momentos vividos, lugares visitados, etc.) no está especialmente dotada. Mis hermanos, con los que, con la salvedad del pequeño, no me llevo mucho tiempo y en todo caso son años que deberían contar a mi favor si hablamos de sucesos de la infancia, recuerdan muchísimas cosas, relevantes o no, que a mí me parecen salidas de su imaginación.

Y no es solo algo que pueda constatar por comparación con ellos pues, aunque me esfuerce, mis recuerdos no son fuertes ni claros. Siento que debería acordarme de mis compañeros de colegio, o al menos de algunos, de mi primer beso, de la primera vez que fui a esquiar, de la distribución de las casas en que he vivido, de los sitios en que he estado, etc.

Sin embargo, apenas guardo las sensaciones, los olores, los sonidos, los sabores. Perder esos momentos pero sin perderlos del todo puede llegar a ser más frustrante que no haberlos vivido.

Hoy es 13 de septiembre, dos días después del aniversario del atentado de las torres gemelas, un día después del aniversario de mi único hijo, el mismo día del mismo mes en el que mi madre nos dejó hace ya siete años. Supongo que es imposible que olvide una cosa así.

Es una de esas veces en las que, como decía al principio, lamento que mi memoria no sea perfecta. Odio la sensación que me provoca la idea de estar perdiendo recuerdos relacionados con ella. Muchos de los recuerdos que guardo, principalmente de mi infancia y adolescencia, se mantienen precisamente por el refuerzo que ella alentaba.

En todo caso, me consuelo con el valor de la perspectiva holística de las cosas, que da más peso al concepto global que a sus constituyentes. Así, pese a que miles de detalles sobre mi relación con ella se han perdido en algún imbricado lugar entre mis recuerdos, lo que perdura es su imagen, sin duda idealizada pero no menos real, de ser humano comprensivo, paciente, tenaz y bondadoso, tan desbordante de amor y generosidad que era imposible no perdonar su terrenal falibilidad. La balanza siempre fue a su favor, y eso es mucho más de lo que puedo decir de la mayoría de semejantes con los que me he relacionado desde mi nacimiento.

Aún te recuerdo, mamá. Y no soy el único que te echa de menos.


Buenos días desde Arcoíris.

lunes, 5 de septiembre de 2016

I have a dream


 

No voy a hablar del sueño de Martin Luther King. No solo los grandes hombres tienen sueños, los pequeños también los tenemos.

Hay sueños inalcanzables y sueños asequibles, grandes sueños y nimiedades oníricas, sueños egoístas y sueños aún más egoístas, sueños que se confunden con deseos y sueños que son simplemente esperanzas.

Yo sueño con que llegue un día en el que no nos domine el miedo ni la vergüenza, en el que conceptos como la Economía, la Política, el Derecho o la Religión, dejen de tener significado.

Yo sueño con que llegue el día en el que no sean necesarios el egoísmo y el altruismo, en el que medrar no sea el único significado de la existencia.

Es éste un sueño egoísta, inalcanzable, que funde deseo y esperanza pero, sobre todo, es un sueño destructivo, pues su consecución nos llevaría, más que probablemente, a la pérdida total de identidad como especie. En ese momento dejaríamos de ser humanos, eso de lo que parecemos vanagloriarnos tanto.

I have a dream, pero quizás es mejor obviarlo.


Buenos días desde Arcoíris, el hogar de Hacedor De Sueños.

sábado, 30 de abril de 2016

Obras que han marcado mi vida (X)



Saga de la Fundación

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El turno es para Isaac Asimov, el escritor favorito de mis años juveniles. De él creo haberme leído, de manera ávida al principio y más pausada después, gran parte de su obra de ciencia-ficción y un puñado de sus libros de divulgación (en la que, desde luego, tampoco es que se quede atrás). No consigo entender cómo, pero escribió más de 500 libros en menos de 50 años desde su primera publicación. Un promedio de un libro al mes, ver para creer.

Aunque con el paso de los años llegó a saturarme un poco, Asimov es, indudablemente, uno de los más grandes escritores de ciencia-ficción de todos los tiempos. En su honor se le dio su nombre a un asteroide y a un cráter de impacto en Marte.

¿Y qué decir de la Fundación?. Aunque de eso hace cincuenta años, la trilogía inicial (Fundación, Fundación e Imperio y Segunda Fundación) recibió el honor de ser considerada la mejor saga de ciencia-ficción de todos los tiempos, en disputa directa con la del Señor de los Anillos.

No quedó el asunto en una trilogía, extendiéndose la historia en dos secuelas y dos precuelas, amén de otros libros y de muchos relatos previos que el escritor fue con el tiempo intentando unir argumentalmente. Es por ello que, aunque haya titulado esta entrada como saga, puede hablarse de un verdadero universo de la Fundación (o de Asimov si se quiere). De hecho se suelen considerar tres series o ciclos dentro de este universo, pero yo me centraré principalmente en uno de ellos, el llamado Ciclo de la Fundación o de Trántor, que vendrían a ser los últimos libros cronológicamente hablando (no por fecha de publicación).

Se ha de decir que al margen del hilo argumental (que se mueve considerablemente, tanto en el espacio como en el tiempo, cambiando de personajes y escenarios de forma casi vertiginosa), hay algunas cosas que son especialmente destacables en esta saga, ya sea por su originalidad o por su trasfondo:

-El concepto de psicohistoria como una ciencia predictiva fundamentada en el comportamiento colectivo, la estadística y la probabilidad. Tratando al futuro como si de un problema de mecánica de fluidos se tratara, Asimov une las ciencias físicas con las sociales y, milagrosamente, sobrevive al intento. La psicohistoria resulta desde el principio lo suficientemente creíble como para seguir leyendo, aunque reconozco que siempre me chirrió un poco.

-La Enciclopedia Galáctica: el compendio del saber humano, lo que quería ser la Biblioteca de Alejandría, lo que quisiera ser la wikipedia. Siempre inacabada, se usan sus citas como recurso literario y tiene su origen en la pretendida idea de que un sumario de los conocimientos de una civilización en un determinado momento le permitiría, en caso de regresar por los motivos que fuera a situaciones de barbarie, acortar los tiempos de su recuperación.

-Aunque la inteligencia artificial es patente de una forma u otra en todas las novelas (lo que no podría ser de otra forma viniendo del creador del término "robótica" y de sus tres famosas leyes), no se consideran inteligencias alienígenas, aunque sí vida extraterrestre, lo que es una combinación que resulta difícil de aceptar bajo una concepción lógica y racional.

-La Tierra es, durante la trilogía original, solo una imagen en la mente de la humanidad. La mera existencia del planeta original se considera una idea romántica y su localización se ha perdido en el transcurso de los milenios. En las secuelas su relevancia será absoluta.

En fin, además de haber prometido no desvelar tramas, en este caso sería un esfuerzo baldío hacer siquiera un resumen que pudiera sintetizar tal creación, por lo que no me siento tentado en absoluto de hacerlo, a sabiendas de que me dejo muchísimas cosas en el tintero. Sirva decir que, aunque años después encontré obras tan atractivas y complejas en su contexto como ésta, hasta ese momento nunca me había topado con algo tan vasto en su definición. No podía dejar de leer.
  
"¿Cuándo puede saber un hombre que no es un títere? ¿Cómo puede saber un hombre que no es un títere?"

Aún sueño alguna vez con El Mulo.


 Buenos días desde Arcoíris.

sábado, 16 de abril de 2016

Obras que han marcado mi vida (IX)



El rey Lear

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Shakespeare, palabras mayores.

No pretendo ser original, ni en esta elección ni en mis comentarios, pues se han escrito ríos de tinta sobre esta obra y este autor.

Ya adelanté que el bardo es un referente literario para mí. Solo lamento, y mucho, no poder leerlo en su propio idioma. No obstante, al margen de la inevitable pérdida de matices, es éste un escritor que bien podría haber sido japonés o ruso, pues en sus obras se muestra universal, o al menos yo no le veo el plumero nacionalista.

¿Y por qué El rey Lear y no otra de sus obras de teatro o poesía?. Bueno, a veces no es fácil escoger, pero en general me gusta más la prosa que la poesía (aunque en este caso se complementan) y prefiero, también en general, el drama y la tragedia a la comedia o a la novela romántica, por ejemplo. Una vez seleccionadas las tragedias dentro de sus muchas obras, a mí personalmente me gusta El rey Lear por encima de Macbeth o de Otelo, o de la mismísima Romeo y Julieta.

El argumento en sí es bastante simplón, pero le da suficiente pie a Shakespeare para lucir su asombrosa destreza, yo diría casi inhumana, en la mezcla de palabras.

Es una obra, de nuevo, sobre la miserias y las grandezas de la naturaleza humana. Sobre las decepciones, la ingratitud, la traición, la pérdida, el dolor, la maldad, pero también sobre el amor, la lealtad, el destino...

El sublime bardo nos cuenta, en formato teatral (aunque, pese a todos los intentos de representación, tanto en teatro como en cine, mi opinión es que a Shakespeare es mejor "leerlo que verlo") dos historias que van de la mano durante toda la obra, con muchas similitudes pero también con sus diferencias. Dos historias sobre seres desdichados a causa de sus propios errores y que sin embargo, a mi juicio, destilan grandeza aunque sea de manera indirecta.

"El tiempo desenmascarará lo que la astucia oculta; la vergüenza al fin burla a quien faltas encubre."

Es una tragedia, y como tal no tiene un final feliz, pero tampoco la maldad se convierte en triunfadora, así que las interpretaciones moralistas quedan para debate.


Buenos días desde Arcoíris.

viernes, 15 de abril de 2016

Obras que han marcado mi vida (VIII)



La invasión de los ladrones de cuerpos

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Vuelvo a la ciencia-ficción en versión cinematográfica.

Bajo este algo estrambótico título, cuya traducción del original no se permite grandes licencias, se oculta una película que causó en mí una impresión jamás borrada de mi memoria y probablemente nunca igualada.

Es ciencia-ficción y es terror, pero no muestra los arquetipos habituales de ninguno de estos géneros: no hay tecnología, ni naves espaciales, ni monstruos, ni grandes sustos y sobresaltos. Ni siquiera hay sangre, pero en el adolescente que yo era cuando la vi provocó un miedo absolutamente sobrecogedor, angustioso, incluso fascinante si se me permite. Es exactamente así como la recuerdo, con respetuoso e inquietante miedo.

Al contrario que la otra película de la que hable con anterioridad, esta sí es un filme de serie B, pero absolutamente imprescindible. Para mí es una demostración de cómo es posible crear una obra más que digna sin que el presupuesto sea un condicionante absoluto. De nuevo estoy hablando de una película de los años 50, así que vuelvo a apelar a la generosidad contextual.

Aunque las tentaciones de comentar dos o tres escenas claves son grandes, pues están grabadas a fuego en mi mente, sigo en mi empeño de no destripar las obras sobre las que estoy escribiendo. Lo dejaré entonces en que desde su comienzo, bajo una agradable estética, se va creando una atmósfera inquietante que va in crescendo, de forma que se respira de principio a fin un clima de tensión desbordante, estremecedor, casi asfixiante. La desconfianza se convierte en un arma de supervivencia.

Las interpretaciones de los protagonistas, desconocidos en ese momento, son impecables y su por aquel entonces poco experimentado director, Don Siegel, demuestra claramente su talento general en el filme.

La idea de contar la historia en modo flashback es bastante obviable en mi opinión pero, al parecer, le fue impuesta al director para suavizar algo el final. No es una deficiencia suficiente como para siquiera enturbiar esta, para mí, obra maestra del cine fantástico.


Fruto de la adaptación de una novela corta por entregas de Jack Finney, esta película tiene al menos tres remakes que yo conozca, siendo sólo destacable el protagonizado por Donald Shuterland, La invasión de los ultracuerpos, rodada unos veinte años después.

Para mí esta siempre será "la película de las vainas".


Buenas tardes desde Arcoíris

miércoles, 13 de abril de 2016

Obras que han marcado mi vida (VII)



De los átomos a los quarks

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Es hora de eliminar el término ficción y de quedarme solo con el de ciencia.

No estaría siendo justo, ni siquiera conmigo mismo, por mucho que un libro así no sea lo que uno espera en una serie de entradas como estas, si no incluyera algún libro de divulgación científica, pues en mi biblioteca personal hay más de un centenar de ellos, y no es por casualidad.

Es un libro con más de treinta años a sus espaldas (hay que ver como se escurre el tiempo cuando no lo miras a la cara) y pese a que ha habido avances en lo que en él se trata, ya advertí sobre lo que considero una obligada perspectiva generosa sobre el paso del tiempo en las obras humanas.

Ya era un adulto cuando leí este libro, y aunque no todo lo que en él había era un descubrimiento para mí, debo de reconocer que contribuyó a fijar uno de los temas científicos que siempre ha llamado mi atención: el funcionamiento de la realidad en su escala constituyente más pequeña. Prueba de ello es la serie de entradas que escribí en este blog bajo la etiqueta: ¿De qué están hechas las cosas?.

Intentando no asustar a los que no tienen conocimientos previos sobre el tema, James S. Trefil da una bien hilvanada perspectiva histórica sobre los avances en el conocimiento de lo más pequeño, para después entrar algo más en profundidad conforme se acerca al presente, al presente de entonces.

"En otras palabras, si se extendiera un tubo de plomo macizo desde la Tierra hasta la estrella más próxima y se soltara un neutrino dentro del tubo en ese momento, aparecería en Alfa Centauri dentro de cuatro años sin haber perturbado uno solo de los átomos del tubo."

En este viaje hacia las zonas más profundas de la realidad, no le queda más remedio que lidiar con la para mí tan odiada como venerada mecánica cuántica. Sin embargo, al ser una obra de carácter divulgativo, y no entrar por tanto en formulismos matemáticos, no provoca rechazo ni siquiera en el profano. Muy por el contrario, este físico baja a la tierra para explicarnos, en términos razonablemente entendibles a los simples mortales, el funcionamiento de la realidad de las partículas a este nivel cuántico. Aún recuerdo la forma en que trata el principio de incertidumbre, convirtiendo algo que parece envuelto en un aura mágica en un concepto comprensible, dentro de las implicaciones que supone.

No es seguramente el mejor divulgador de física, pues tiene una fuerte competencia en otros autores, algunos vivos y otros ya no, como Paul Davies, Richard Feynman, Roger Penrose, George Gamow, etc, y es posible que este no sea siquiera su mejor libro, pues tiene otros que bien podrían llevarse ese mérito (como El momento de la creación, El panorama inesperado o Un científico a la orilla del mar), pero de nuevo insisto en que la pretensión de estas entradas no es presentar las mejores obras de la humanidad, ni siquiera subjetivamente, sino solo relacionar algunas de las que han quedado fijadas en mi memoria como artífices de algún cambio apreciable, si no en mi devenir, sí en las conexiones sinápticas que han formado mi yo pasado y el actual.


 Buenas tardes desde Arcoíris

martes, 12 de abril de 2016

Las llagas de Eurídice



Muéstrame tus heridas, esas que te hacen sufrir tanto que cuando se entreabren el cielo se tiñe de rojo.

Regálame tus secretos, esos que habitan tan profundo en ti que parecen ya condenados a perecer contigo.

Ábreme tu corazón, ese sobre el que levantaste un muro tan alto que lo ha convertido en algo inalcanzable.

No permitas que el fuego del que en otro tiempo te nutrias consuma ahora tus anhelos y derrita tus esperanzas.

Déjame ser el guardián de tus sueños, el paladín de tus ilusiones, el depositario de tus pensamientos.

Al franquear tus puertas, seré ya el feliz esclavo de tu destino. Nada más necesito, nada más me importa.


Buenas noches desde Arcoíris

domingo, 10 de abril de 2016

Obras que han marcado mi vida (VI)



La colina de Watership

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Dejo momentáneamente la ciencia ficción para adentrarme un poco en la fantasía, aunque en este caso la narración trasciende más allá de lo fantasioso.

La colina de Watership es una historia de conejos pero, fuera o no la intención de su escritor, es mucho más que eso. Me resulta incomprensible que alguien pueda englobar esta obra dentro de algún tipo de referente infantil. De cuento para niños tiene muy poco.

En un formato odiseico, Richard Adams narra épicamente las vicisitudes de un grupo de conejos que abandonan su madriguera en busca de un nuevo hogar. A lo largo de una aventura de ritmo trepidante se nos guía hacia una reflexión, tan turbadora como conmovedora, de la dureza de la vida.

Descubrí pronto este libro, aunque fue por casualidad, pues, asombrosamente, en nuestro país ha pasado desapercibido durante decenios, pese a ser considerado un clásico de la narración británica.

Como decía, no estamos ante literatura infantil. Su trama destila crueldad y dramatismo, recogiendo amplios aspectos de la sociología humana pues, aunque se trate de conejos, y eso se haga patente en las diferencias, en pocas páginas nos sentimos totalmente identificados.

Es un libro de alguna manera complejo, con un cierto trasfondo ecológico, y en el que el autor se permite pinceladas fabulistas y parábolas dentro de parábolas (los conejos arrastran una mitología propia, y esos mitos y creencias son como historias separadas que se cuentan a lo largo de la trama principal: son epopeyas de sus héroes).

Existe una pronta versión cinematográfica, de finales de los años 70 que, aunque en menor medida que el libro, también es difícilmente encuadrable como película infantil, pese a ser de animación. En España se le llamó Orejas largas (sic!).

"... tu pueblo no puede gobernar el mundo, porque no quiero que sea así. Todo el mundo será tu enemigo. Príncipe de los Mil Enemigos y, dondequiera que te atrapen, te matarán. Pero primero deberán atraparte, cavador, atento, corredor, príncipe del rápido aviso. Sé astuto y lleno de tretas y tu pueblo nunca perecerá."

Algo cambia en ti cuando lees este libro, tanto más conforme estés menos curtido en las batallas de la existencia.


Buenos días desde Arcoíris.

jueves, 7 de abril de 2016

Obras que han marcado mi vida (V)



Flash Gordon

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Sí, voy a osar hablar de un comic, pero no de uno cualquiera.

La figura de Flash Gordon guarda muchos de los recuerdos de mi infancia y adolescencia y es este personaje gráfico el causante más probable, aunque evidentemente no único, de mi afición a la ciencia ficción y, en general, a la ciencia.

Creado, como página dominical, nada menos que en 1934, por Alex Raymond, y continuado posteriormente por otros dibujantes como Austin Briggs y Mac Raboy (éste con un estilo muy personal y diferenciador del resto), no es hasta la llegada de Dan Barry en los años 50 cuando se convierte en un verdadero personaje de ciencia ficción puro. Es este Flash Gordon el que conocí inicialmente y el que más me gusta, con diferencia.

Si para mí resultaba fascinante la proyección futurista del personaje, no puedo imaginarme lo que debían pensar los jóvenes, y no tan jóvenes, treinta años atrás.

La cantidad de imaginación que desbordan las tiras es impresionante y en esto hay que reconocer más mentes en los guiones que la del propio Barry.

Es difícil para alguien que no sea un verdadero experto, y yo no lo soy, discernir sobre qué ideas son totalmente originales y cuales tienen antecedentes previos, pero desde luego hay muchas en este comic que después he visto reflejadas de una forma u otra en otros soportes. Los extraterrestres que adquieren forma humana para pasar desapercibidos, la teletransportación, los replicadores de materia, transferencias de mente, seres con capacidad multiforme, la antigravedad, etc, son algunas de ellas.

En cuanto a los escenarios y, en general, los detalles en las historias, son tan espectacularmente diversos que parece una imposibilidad transmitir las sensaciones que me provocaba, y que aún lo hace, su lectura gráfica.

Árboles que atrapan animales proyectando imágenes prestadas de sus mentes, duchas que hacen invisible, meteoritos de antimateria, ventanas a otras dimensiones, viajes en el tiempo, delfines que hablan, prisiones satélite, rayos que hacen atravesar las paredes dejándolas intactas, batisferas con paredes que se hacen transparentes, mares de fuego, personajes mitológicos, rayos pacificadores, circos interplanetarios, drogas que quitan el valor, hombres mariposa, poderes psíquicos, arcas espaciales, la Atlántida, Ganímedes, Júpiter, Marte, la Luna, máquinas ilusorias, la perrita Laika, etc, etc, etc.

No acabaría nunca...

Y todo ello con una estética, a mis ojos de entonces, insuperable.


Ciencia ficción cómo nunca se había visto, y no especialmente superada después.


Buenas tardes desde Arcoíris.

martes, 5 de abril de 2016

Obras que han marcado mi vida (IV)



Planeta prohibido

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No voy a dejar aún el género, pero cambiaré de arte y pasaré al cine.

Quiero dejar claro que no estoy siguiendo un orden de preferencia ni para las novelas ni para el resto de obras de las que hablaré que, además, no se reducirán sólo a la literatura o al cine.

En ese sentido, esta película no es desde luego la que más me gusta dentro de la ccff, pero es que tampoco pretendo sentar ninguna cátedra respecto a nada, sino sólo plasmar las creaciones que han tenido más influencia, y siempre relativa, en la construcción de mi yo interno.

Debo además añadir otra salvedad que debe ser considerada de forma general en todas las entradas que haré en esta serie: creo que, aunque tampoco de forma absoluta ni estricta, las obras de arte, en su sentido más amplio, deben ser valoradas desde una perspectiva "generosa" con el paso del tiempo. Nadie discute, por ejemplo, el valor del planteamiento heliocéntrico en el siglo XVI (aunque en realidad en su concepción es casi veinte siglos anterior), por mucho que ahora nos parezca una cuestión infantil.

Necesitaba hacer esta observación, porque estamos hablando de una película de mitad de los cincuenta y, desde nuestra perspectiva actual, es fácil caer en la crítica simplona.

Planeta prohibido es, seguramente, la primera película del género con un presupuesto razonable y no puede decirse por tanto que sea de serie B. Confieso, no obstante, que, como incondicional del género, me encantan algunas películas de bajo presupuesto que bajo ninguna perspectiva pueden considerarse grandes películas. Es lo que tiene el romanticismo hecho friki, o el friki romántico según se mire.

Muchas cosas son de destacar en este largometraje:

Pese a no disponer de los efectos especiales actuales, la película no pierde grandeza en este aspecto, ni siquiera a ojos actuales, lo que ya es asombroso en sí mismo.

El guión está claramente basado en La Tempestad de Shakespeare, y quien me conoce sabe que el sublime bardo es uno de mis referentes literarios. Se ha mencionado muchas veces que el cine es el material del que están hechos nuestros sueños y es, curiosamente, en esta obra de Shakespeare donde se dice que "Somos de la misma sustancia de que están hechos los sueños, y nuestra breve vida está rodeada de un sueño".

Esta película es también claramente precursora, o al menos inspiradora, del universo Star Trek y, de nuevo, quien me conoce sabe que soy trekkie de pensamiento (más de Picard que de Kirk o del resto de capitanes, todo sea dicho).

Es en este filme en donde se introduce el concepto de robot servicial que heredarán posteriores cintas del género (C3PO sin ir más lejos). De hecho, la imagen de Robbie se ha convertido con el paso del tiempo en un verdadero emblema, si no icono, de la ciencia ficción.


La banda sonora, con música electrónica pionera, es sutilmente inquietante, aunque esto es algo que sí ha perdido mucho desde nuestra perspectiva actual.

En plena guerra fría, este largometraje se permite el lujo de considerar una Tierra unida y en paz y, de hecho, al contrario que en muchas otras películas estadounidenses, no aparece su honrada bandera ni distintivos nacionales de ninguna clase.

Otro detalle que me llamó la atención, y que no sé si por casualidad o bajo su influencia luego se repitió en un episodio de mi también apreciada The Twilight Zone, es el hecho de que la nave terrestre es ¡un platillo volante!. Por cierto que es un diseño, el del platillo volante, que la NASA parece haberse tomado en serio.

Por último he de destacar el oscuro enfoque freudiano que desemboca en un final, en cierta medida sorprendente, que redondea convenientemente la película, aunque creo que podría haberse mejorado puliendo algunos detalles que le dieran mayor coherencia al desenlace.

Así como de otros grandes clásicos como La guerra de los mundos, o Ultimátum a la Tierra  se han hecho remakes modernos, parece que esta película se resiste. Hace años que se habla de ello, pero no acaban de decidirse, aunque ahora se habla del 2017. Ojalá no la destrocen como hicieron con las otras dos que he puesto de ejemplo.

Es digna no solo se ser vista, sino de ser vista repetidamente.


Buenas noches desde Arcoíris.