jueves, 15 de abril de 2010

Hijo (I)

Miguel era Miguel.

Nunca fue menos aunque, probablemente, podría ser mucho más.

El mundo, a sus ojos, era algo conocible pero no especialmente comprensible.


A los doce años su llama brillaba con la inconsistencia de la inocencia y el fulgor de la curiosidad.

No había escogido vivir, ninguno lo hacemos, pero parecía, desde siempre, decidido a que nadie escogiera nada más por él.

Su inteligencia y su carácter daban a su camino múltiples bifurcaciones, pero también le ponían barreras, así que, en el fondo, su libre albedrío no era muy distinto.

Sus padres lo comprendían, lo comprendíamos, a medias. El resto, apenas nada.

(continuará...)


Buenos días desde Arcoiris.

1 comentario:

  1. Es difícil transmitir la experiencia, más aún a los seres queridos, más aún a quienes son carne de nuestra carne. Ver sus tropiezos es doloroso, pero sabemos que tropezar forma parte de nuestro aprendizaje. Es difícil ser espectador, no poder tomar parte, no se escuchado, ser ignorado y a veces, odiado.
    Conforme hemos ido conformando nuestro camino más hemos comprendido a nuestro padres. Conocedores somos de ese período de la vida en que éramos mayores para considerarnos niños y pequeños para considerarnos mayores. Lucha interior de decisiones y sensaciones.
    Mucho me temo que hay que dejar vivir pero sin dejar de mirar por el rabillo del ojo y amar...amar mucho y perdonar....
    Nuestros padres lo hicieron.
    Buenas noches...desde la Tierra

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