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Ya no tengo que esperar.
No he encontrado lo que buscaba,
ni siquiera lo que no buscaba. Probablemente porque nunca he sabido lo que
buscaba.
Es simplemente que el tiempo de
buscar ya se me ha agotado, y con él me he agotado yo también.
Ya es la hora de aceptar la
futilidad de tal empeño. No hay nada que esperar; la vida no es un tránsito
hacia un destino, es el camino en sí.
Es la capacidad de sorprenderse y
no la de sorprender la que de verdad tiene valor.
Es la inocencia y no la
inteligencia la que proporciona felicidad.
Es la sensibilidad y no el
control de los sentimientos lo que nos hace dignos de ser llamados humanos.
Es la humildad en la grandeza y
no la prepotencia infundada la que nos hace merecer respeto.
Es lo sencillo y no lo complicado
lo que da acceso al entendimiento.
Es la risa y no la indiferencia
la que mejora nuestra vida.
Es el valor de seguir el dictamen
de nuestro yo interior y no la seguridad en lo establecido lo que nos
engrandece.
Ya no es tiempo de espera, es
tiempo de vivir.
Buenas noches desde Arcoíris.
Profundas palabras...y hermosas
ResponderEliminarSaludos desde la Tierra