De materia, evidentemente.
¿Así de fácil?. Va a ser que no.
Para poder contestar con un
mínimo de rigor a esta pregunta se ha de fijar una escala. Y es en los niveles
últimos donde aparecen los problemas.
Uno de ellos es el empecinamiento
de las partículas materiales en comportarse, según las circunstancias, bien
como entes materiales propiamente dichos, bien como simples ondas. En realidad,
si aceptamos una de las interpretaciones de la mecánica cuántica, de acuerdo al
principio de complementariedad de Bohr, ambos caracteres, el corpuscular y el
ondulatorio, son aspectos de una realidad superior que no pueden ser
verificados simultáneamente.
Ello unido al hecho de que
materia y energía son, de nuevo, y de acuerdo a lo postulado en la Teoría
Especial de la Relatividad, distintas manifestaciones de una realidad superior,
nos lleva a pensar en un verdadero trastorno
de identidad disociativo de lo que quiera que sea que están hechas las cosas.
Pero no contentos con estas dificultades,
en un curioso (por lo aparentemente poco conseguido) afán de simplificar
nuestra visión del mundo, los físicos sostienen que las fuerzas imperantes actualmente
en el universo (que se cuentan con los
dedos de una mano) no son sino intercambios de partículas más o menos masivas
(el por qué algunas de estas partículas
mediadoras poseen masa tiene mucho que ver con el famoso y ya excesivamente
manido bosón de Higgs). Es el llamado Modelo Estandar de física de partículas.
Es evidente que, por muy
cuidadoso que sea con los términos empleados, con este panorama caeré
inevitablemente en alguna contradicción, aparente o incluso real, y, lo que es
mucho peor, en alguna imprecisión imperdonable. Aún así voy a lanzarme un poco
al vacio para rascar la irritada piel de este fantasmal mundo...
Buenas tardes desde Arcoíris.
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