jueves, 6 de diciembre de 2012

Mi raudo pequeñajo




Recuerda, mi menudo Mercurio, que tu proximidad al Sol no te confiere especial relevancia y que tus pretensiones de servirle hace tiempo que cayeron en el olvido.

Desde la defenestración de Plutón como planeta, posees la cuestionable distinción de ser el más pequeño. Tanto, que hay satélites que te humillan en tamaño.

Sin embargo, eres, desde siempre, el más rápido y de ahí heredas tu precioso nombre: del ágil heraldo de los dioses, del portador de las sandalias aladas.

No tienes hijos en el cielo que giren a tu alrededor, y la ausencia de una atmósfera que te proteja hace que tu superficie pase de un infierno ardiente a un infierno helado sin apenas solución de continuidad.

Tras el planeta que nos acoge, eres el más compacto entre los que se empeñan en girar alrededor de nuestra estrella.

Tu año es el más corto de todos (algo menos de 88 días terrestres) y, quién sabe si para compensar tu velocidad alrededor del astro rey, tu rotación es tan lenta que tardas casi dos de nuestros meses en mostrarle el mismo rostro.

Pues bien,

¡Que sepas que te controlo!. No me apabullas, primero de los errantes.


Buenos días desde Arcoíris.

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