Recuerda, mi gaseoso Saturno, que tus bellos anillos no son
tan únicos como se pensaba y que tus pretensiones de divo se han diluido hasta
desvanecerse.
Tu nombre procede de la mitología romana, del padre de
Júpiter, de Neptuno, de Plutón, de Ceres, de Vesta; todos ellos también ligados
a objetos del sistema solar.
Como Júpiter, estás hecho principalmente de materia propia
de una estrella, pero eres tan sutil que se repite hasta la saciedad que
flotarías en un océano de agua, si es que podemos imaginar uno con el tamaño
suficiente para semejante prueba.
Esa liviandad, tu rotación extremadamente rápida (con un día
que dura apenas algo más de 10 horas) y tu, en proporción, baja gravedad,
determinan que tu forma sea la menos esférica entre los planetas: estás
visiblemente aplastado por los polos.
Tus satélites se cuentan por muchas decenas, pero tienes uno
con tamaño planetario: Titán. Es un nombre que le hace justicia y, aunque es el
segundo en tamaño en todo el sistema solar (Ganimedes de Júpiter es algo más
grande), es el único que parece disponer de una atmósfera.
Pues bien,
¡Que sepas que te espío!. No me obnubilas, hermoso anillado.
Buenas tardes desde Arcoíris.
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