lunes, 17 de septiembre de 2012

Mi frígido azulado


 
Recuerda, mi helado Urano, que aún siendo un gigante eres el menos masivo entre ellos y que tus pretensiones de grandeza ya hace tiempo que se desvanecieron. 

Con nombre griego y romano a la vez, heredado del padre de Cronos (Saturno) y abuelo de Zeus (Júpiter), te quedaste desde el principio más alejado del sol que aquellos que llevan el nombre de tus descendientes mitológicos.

Tu símbolo astronómico (que no astrológico, ¡puaf!) parece tener su origen en una especie de fusión de los de Marte, (aunque apuntando hacia arriba), y el Sol, , en un intento quizás de atribuirle los poderes reinantes en el cielo a quien mitológicamente lo personificaba. 

En dos cosas eres diferente, y por ellas mantienes cierto elitismo entre tus compañeros solares: eres el más frio, condenadamente frio, y giras de costado. Si Venus muestra tozudez cuando gira en sentido contrario, tú muestras extravagancia al girar tumbado.

Tu día es más corto que el terrestre (apenas pasa de 17 horas) y a cambio tu año es más largo que ochenta y cuatro de los nuestros. 

Al menos dos docenas de satélites y algunos anillos completan tu estampa. Tus lunas heredan nombres de las obras de Shakespeare y Pope, y eso también te hace algo especial.

Pues bien,

¡Que sepas que te veo!. No me intimidas, peculiar planeta.


Buenas noches desde Arcoíris.

domingo, 16 de septiembre de 2012

¿De qué están hechas las cosas? (VI)


 
Es el turno de los LEPTONES:

La palabra "leptón" tiene su origen etimológico en el griego y su significado original tiene que ver con ligero, delgado, delicado, pequeño, fino... (La palabra "hadrón" tiene igual origen y significaba denso, fuerte, grande...)

Como en los quarks, hay seis sabores de leptones (el sabor es simplemente la carga que determina la forma en que las partículas responden a la interacción débil), con sus correspondientes antipartículas. Tres de ellos poseen carga eléctrica, negativa y unitaria. No perciben la fuerza de color y, en el caso de los tres leptones sin carga eléctrica, tampoco la fuerza electromagnética.

En la tabla siguiente se muestran los seis sabores de leptón con sus símbolos y cargas eléctricas:


 -El electrón fue la primera partícula elemental descubierta y, aunque no es correcto establecer niveles de importancia entre ellas, podemos hacernos una idea de su relevancia si tenemos en cuenta que de los electrones (de los que están situados más externamente en los átomos) depende el comportamiento químico de todos los elementos. Todos los mecanismos de formación de enlaces entre átomos vienen determinados por sus configuraciones electrónicas.

-El muón y el tauón son partículas que sólo se diferencian del electrón en su masa y en su estabilidad, siendo mucho más masivas y efímeras (ya veremos más adelante, o no si se eterniza esto, que es conveniente hablar de generaciones, familias y compañeros entre los fermiones).

-El neutrino (en realidad los neutrinos, pues existe uno asociado al electrón y otros dos asociados al muón y al tauón) es una partícula extremadamente intrigante. Al no estar sometidos a la fuerza fuerte, ni a la electromagnética, los neutrinos no son afectados por la materia, que atraviesan como si no existiera. Muchos son los adjetivos (bastante humanos en algunos casos) que pueden serles, y les son, aplicados: esquivos, silenciosos, fantasmales, intangibles, discretos... 

Ese halo misterioso que envuelve a los neutrinos se hace aún mayor si tenemos en cuenta que son, con mucho, las partículas más abundantes en el universo. Paul Davies describía este hecho diciendo que "el universo es un mar de neutrinos, salpicado raramente por impurezas tales como átomos". Eso hace que se vea implicado de manera determinante en cuestiones cosmológicas como el destino del universo, o que se le haya llegado a considerar en algún momento como integrante de la materia oscura. 



 Buenas tardes desde Arcoíris.

jueves, 13 de septiembre de 2012

Perdurar



No creo en la vida tras la muerte. No veo mucha diferencia con creer en duendes, en fantasmas, o en Santa Claus. 

Tampoco creo en Dios, en ninguno de ellos, ni en la reencarnación, ni en cualquier otra de las artimañas argüidas por el hombre, desde que es hombre, para garantizarse una eternidad que no le pertenece. 

No es ninguna sorpresa para quien me conozca. Sin embargo, ello no es óbice para que respete a quien lo hace (con matices, pero no voy a entrar en eso ahora) ya sea por convicción o por condición.

El no creyente, en sentido amplio, tiene una visión de la muerte diferente, para lo bueno y para lo malo. Es el final de la vida y no es especialmente relevante el que haya algo más allá. Si bien es cierto que tenemos una tendencia natural a desear una larga (y agradable) vida, tampoco debemos dramatizar con su final. De hecho, para un no creyente, el miedo a la muerte debería (curiosamente no parecen haber, sin embargo, claras diferencias con los creyentes) ser algo inexistente. Hace exactamente dos años cité a Epicuro cuando decía que la muerte no nos pertenece. En realidad lo que se teme es el dolor, la decadencia, el sufrimiento, la dependencia, y multitud de cuestiones más que se asocian en mayor o menor grado al final de una vida.

No quiero extenderme, ni penetrar en aguas profundas y tenebrosas, así que me centraré en el objetivo de esta entrada:

A mi modo de ver, sólo hay dos formas de perdurar en el tiempo más allá de mitos y creencias: en el recuerdo de los que continúan y en tu legado genético. Son dos formas sutiles y bien distintas de persistencia existencial, tanto en su calidad como en su relevancia, que tampoco voy a entrar a desgranar.

Hoy hace ya tres años que mi mamá se marchó. Todos lo haremos.

Algo de ella perdura en mí. Y lo hace doblemente: en mis recuerdos y en mis genes.

Estoy orgulloso de ambas cosas.


Buenos días desde Arcoíris.