martes, 28 de septiembre de 2010

Andar sobre el fuego

En esta vida, fruto antrópico donde los haya, las elecciones marcan tu destino. Ni es, ni puede, ni debe ser de otra manera.

Las flechas del tiempo son implacables y, día tras día, traspasan ese fruto, sin más motivo que el estricto cumplimiento de la Segunda Ley de la Termodinámica.


En el camino, que no es camino pues su destino es la nada, se pone a prueba nuestro libre albedrío matando sin piedad a ese mal sempiterno que es el determinismo. Es curioso como el concepto de albedrío, que implica puro capricho y falta de lógica, puede trocar en potestad reflexiva de obrar, sólo por añadirle algo de libertad.

Quisiera tener control sobre ese tiempo...

Borrar lo que nadie aún ha leido...

Escribir lo que no se puede decir...

Leer lo que no se ha escrito...

Hablar sobre lo que nunca será dicho...

Lo que tengo es limitado, lo que deseo infinito. En este espurio mundo en el que cualquier estulticia se hace venerable, lo único que anhelo es vivir sin pagar el precio y morir sin deudas de pensamiento.

Ser sólo un pequeño destello en la oscuridad que me rodea.


Buenas tardes desde Arcoiris.

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