Salado, como la piel de los que acaban de amarse.
Profundo, como la mirada del que alguna vez ha visto y ya no puede hacerlo.
Húmedo, como las lágrimas del cielo de las que se alimenta.
Extenso, como nuestra ignorancia.
En él se ahogan y renacen todos los días, la novia de la noche y el astro rey.
Dador y portador de vida, es la envidia de dioses menores y el azote de la mal llamada tierra firme.
Susurra a los poetas y se desnuda ante los pintores. A veces es el, otras ella.
Lo queremos, pero lo matamos; lo tememos, pero lo utilizamos.
Voy a sumergirme en él.
Buenas tardes desde Arcoiris.
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