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Un puñado de constantes rigen nuestro Universo: la velocidad de la luz en el vacio, la constante gravitacional, la carga eléctrica unitaria, la constante de Planck, etc...
Si cualquiera de ellas fuera mínimamente diferente, la situación sería radicalmente distinta.
Este hecho nos lleva, en principio, a plantearnos preguntas que, en realidad, no tienen sentido:
¿Por qué precisamente esos valores y no otros?
¿Qué tienen de especiales las constantes universales?
¿Por qué hemos tenido tanta suerte?
¿Escogió algún dios esos valores?
Las respuestas tienen que ver, curiosamente, con nosotros, con quien se hace las preguntas.
Una respuesta debe su existencia a una pregunta, y una pregunta debe la suya a quien la formula.
Las cosas son como son, las constantes valen lo que valen, porque si no fuera así no podríamos hacer las preguntas. Es el llamado Principio Antrópico Cosmológico.
Obviamente podrían existir otros universos con unas constantes diferentes, que es lo mismo que decir que éste podría haber sido distinto. Incluso en alguno de ellos hasta podrían existir entes que llegaran a plantearse similares preguntas, como también podrían existir en el nuestro. En ambos casos esas preguntas carecerían de sentido, de la misma forma que, si aceptamos que con el universo se creó el tiempo, pierde validez una pregunta del tipo: ¿que había antes de que apareciera el universo?.
Algunos buscan la respuesta, otros incluso aseguran encontrarla, en la voluntad divina, en el diseño sobrenatural. También los hay que creen en la casualidad antes que en la causalidad.
*La imagen que acompaña esta entrada es nada menos que la del Monstruo Espagueti Volador que, junto con la Unicornio Rosa Invisible y la Tetera de Russell, parodian, con cierto fundamento y, en algún caso, con expreso sarcasmo, la machacona idea de que debe ser el escéptico el que pruebe la falta de existencia de un diseñador. No me extenderé con estas sátiras antiteístas, pero recomiendo su búsqueda en la red de redes.
Buenas noches desde Arcoiris.