lunes, 17 de mayo de 2010

Realidad


Toca el cielo con su mente, y con su corazón siente. Más impávido presiente, su dolor silente.

En su alma llevaba la marca del desánimo, en su cuerpo la huella del tiempo. Sutil pero implacable, la impaciencia corroía su espíritu.


Había dejado de vivir en el mundo de las ilusiones y ahora transitaba desorientado por las sucias calles del mundo real. Nadie lo entendía, pocos lo aceptaban y muchos lo soportaban. Vivía rodeado de gente, pero solo.
No era su tiempo, no era su lugar. La flecha equivocó el blanco.
Su existencia era una farsa, su vida un espejismo. El inflexible tiempo pone las cosas en su lugar.
Sólo era un día más que amontonar sobre los ya vividos, pero se le antojaba una eternidad.

Estrella que no ves, es luz que se pierde.

Buenas tardes desde Arcoiris.

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