jueves, 16 de diciembre de 2010

El hombre líquido


Dice uno de los libros de Mecánica de Fluidos que me toca desentrañar este año académico, que un fluido es una sustancia que se deforma continuamente cuando se somete a un esfuerzo cortante, sin importar qué pequeño sea ese esfuerzo.

Abordemos metafísicamente esta definición:

- Aristóteles entendía que la sustancia es lo que subyace bajo la realidad y para Descartes es algo característico de todo lo que existe y no necesita de otra cosa para existir. Fuera de ella no existe el ser.
Sin embargo, para Hume la idea de sustancia es un producto de la imaginación y Nietzsche considera que es un concepto errado pero útil para la vida.

Sea la sustancia algo real o un producto del magín, exista por si misma o sólo de manera conceptual, podemos aceptar que somos, o creemos ser, sustancia.

- Por otro lado, no parece difícil considerar que nuestra vida es, en sí misma, un esfuerzo permanente y muchas veces altamente cortante.

- Por último, también creo que estaríamos todos de acuerdo en que las vicisitudes con las que nos encontramos a lo largo de nuestra existencia nos van moldeando, deformando o, como diría Ortega y Gasset, "amueblando".

En base a lo expuesto, sólo podemos concluir que, metafísicamente hablando, no somos sino fluidos.

Aceptado esto, que no creo ni yo mismo, podríamos entrar a dilucidar qué clase de fluido somos:

- La Física nos dice que hay tres tipos de fluidos, a saber, los newtonianos, los no newtonianos y los ideales.

- Esta clasificación se fundamenta en una propiedad característica de los fluidos llamada viscosidad, que viene a ser el grado de oposición que presenta un fluido a deformarse tangencialmente. Si la viscosidad es constante en el tiempo estamos ante un fluido newtoniano, si varía (con la temperatura y con la presión mecánica) ante un fluido no newtoniano, y si no existe (en realidad si es despreciable) ante un fluido ideal.

De acuerdo a estos considerandos, creo que podríamos convenir que, de ser fluidos, debemos ser necesariamente fluidos no newtonianos, puesto que las deformaciones, incluso las tangenciales, que sufrimos a lo largo de nuestra vida no son siempre proporcionales al estímulo que las provoca y mucho menos aún, constantes en su valor.

Fluyamos pues, no newtonianamente, hasta que el valor de la entropía nos lo permita, o hasta que seamos tan estúpidos como para hacernos sólidos rígidos.


Buenas tardes desde Arcoíris.

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