sábado, 25 de diciembre de 2010

¿Espíritu navideño o hipocresía heterónoma?


Siempre que llegan estas fechas acude a mi mente la figura de Kant.

Si, ya sé que lo habitual es pensar en los Reyes Magos o en Papá Noel, pero lo consuetudinario nunca fue lo mío.


Inmanuel Kant distinguía entre lo que era moralmente autónomo y lo que era moralmente heterónomo.

¿Actuamos con libertad, ejerciendo nuestra verdadera naturaleza, o estamos condicionados por poderes y cuestionamientos ajenos que nos marcan lo que debemos hacer?.

La solidaridad, la hermandad, la caridad, la generosidad y muchas mas palabras acabadas en dad, deberían ser conceptos éticos razonablemente absolutos y no depender de cuestionamientos prácticos, convenientes o socialmente incentivados.

Kant decía: "La buena voluntad no es buena por lo que se efectúe o realice, no es buena por su adecuación para alcanzar algún fin que nos hayamos propuesto, es buena solo por el querer, es decir, es buena en sí misma"

Es obvio que la ética, como conjunto de reglas morales, ha sido cambiante a lo largo de la historia y es difícil aceptar que existan conceptos absolutos que tengan que ver con la bondad o la maldad puesto que, tanto la una como la otra, son bastante relativas, pero siempre hay vías de acción que puedes ser consideradas.

El propio Kant proponía: "Obra según una máxima tal que puedas querer al mismo tiempo que se torne ley universal."

Esta máxima, que propone obrar de acuerdo a otra máxima y que es, en cierto modo, equiparable a los más manidos "no busques para los demás lo que no quieras para ti" o "lo importante es que te sientas bien con lo que haces" se me antoja, de nuevo, poco objetiva. Alguien podría cumplirla estrictamente y ser un perfecto monstruo a los ojos de la mayoría.

Hay otras formas de entender la moral que pueden parecer mas disgresoras. Yo no tengo que ir muy lejos para encontrarme con una de estas visiones. Mi recién entrado en la pubertad descendiente hace años que dispone de su propia filosofía al respecto: para él el altruismo en sentido amplio no existe. Todo lo que hacemos, absolutamente todo, está guiado por el egoísmo: los actos desinteresados no existen. Este planteamiento, que puede semblar como mínimo brusco, debe ser matizado. La clave está en determinar qué es exactamente un acto egoísta. Si uno considera por ejemplo que la propia satisfacción por una "buena acción" o que el sentimiento de "deber cumplido" son un adecuado pago al acto acometido, éste deja de ser desinteresado y pasa a ser, en aplicación de la pura lógica, un acto egoísta. Aplastantemente coherente. Aún no he conseguido refutar sus argumentos a este respecto. Tampoco sé si quiero hacerlo.

Clasificar, de forma maniquea , las cuestiones morales, en buenas o malas, siempre me ha parecido un ejercicio fuera de mi alcance y, si se me permite, del de cualquiera, dioses omnisapientes aparte.

Lo que me parece hipócrita es que esos "elevados conceptos éticos" deban ser estimulados socialmente en unas determinadas fechas. Me parece bien que se recomiende el consumo de alcachofas y rebollones para los últimos meses del año, pero me provoca urticaria que se recomienden, de igual forma, las buenas acciones, sólo "porque toca".


Buena Navidad desde Arcoíris.

jueves, 16 de diciembre de 2010

El hombre líquido


Dice uno de los libros de Mecánica de Fluidos que me toca desentrañar este año académico, que un fluido es una sustancia que se deforma continuamente cuando se somete a un esfuerzo cortante, sin importar qué pequeño sea ese esfuerzo.

Abordemos metafísicamente esta definición:

- Aristóteles entendía que la sustancia es lo que subyace bajo la realidad y para Descartes es algo característico de todo lo que existe y no necesita de otra cosa para existir. Fuera de ella no existe el ser.
Sin embargo, para Hume la idea de sustancia es un producto de la imaginación y Nietzsche considera que es un concepto errado pero útil para la vida.

Sea la sustancia algo real o un producto del magín, exista por si misma o sólo de manera conceptual, podemos aceptar que somos, o creemos ser, sustancia.

- Por otro lado, no parece difícil considerar que nuestra vida es, en sí misma, un esfuerzo permanente y muchas veces altamente cortante.

- Por último, también creo que estaríamos todos de acuerdo en que las vicisitudes con las que nos encontramos a lo largo de nuestra existencia nos van moldeando, deformando o, como diría Ortega y Gasset, "amueblando".

En base a lo expuesto, sólo podemos concluir que, metafísicamente hablando, no somos sino fluidos.

Aceptado esto, que no creo ni yo mismo, podríamos entrar a dilucidar qué clase de fluido somos:

- La Física nos dice que hay tres tipos de fluidos, a saber, los newtonianos, los no newtonianos y los ideales.

- Esta clasificación se fundamenta en una propiedad característica de los fluidos llamada viscosidad, que viene a ser el grado de oposición que presenta un fluido a deformarse tangencialmente. Si la viscosidad es constante en el tiempo estamos ante un fluido newtoniano, si varía (con la temperatura y con la presión mecánica) ante un fluido no newtoniano, y si no existe (en realidad si es despreciable) ante un fluido ideal.

De acuerdo a estos considerandos, creo que podríamos convenir que, de ser fluidos, debemos ser necesariamente fluidos no newtonianos, puesto que las deformaciones, incluso las tangenciales, que sufrimos a lo largo de nuestra vida no son siempre proporcionales al estímulo que las provoca y mucho menos aún, constantes en su valor.

Fluyamos pues, no newtonianamente, hasta que el valor de la entropía nos lo permita, o hasta que seamos tan estúpidos como para hacernos sólidos rígidos.


Buenas tardes desde Arcoíris.