En algún momento, indeterminado e
ignoto, pasé de pensar que cada cumpleaños suponía un año más de vida, a considerar
que, en realidad, suponía uno menos.
Sí, parece lo mismo, pero no lo
es.
Quizás no como en los procesos
cuánticos subatómicos, pero yo creo que nuestra percepción cambia un poco
nuestra realidad. No a nivel físico, pero sí a nivel psíquico.
Si bien técnicamente aún no he
entrado en lo que hoy en día consideramos vejez, es evidente que el haber ido
siempre un paso por delante en mi edad mental (mi madre me decía muchas veces que
nunca fui un verdadero niño y que, a veces, parecía que había nacido viejo)
ahora debe tener un coste añadido.
Cada etapa de nuestra vida tiene sus cosas buenas y sus cosas malas, así que tampoco se trata del “cualquier tiempo pasado fue mejor” lo que, por otra parte, siempre me pareció de una estupidez supina.
En cualquier caso, es evidente que uno piensa más en aquellos temas
que le son próximos, temporalmente hablando, y menos en los que están alejados,
por lo que necesariamente los pensamientos, y todo lo que ellos conllevan, son
diferentes.
A Ghandi se le atribuyen las
siguientes palabras:
“Cuida tus
pensamientos, porque se convertirán en tus palabras.
Cuida tus
palabras, porque se convertirán en tus actos.
Cuida tus actos,
porque se convertirán en tus hábitos.
Cuida tus hábitos,
porque se convertirán en tu destino.”
Estas proposiciones concatenadas
nos llevan a la dudosa conclusión, pero plausible, de que tus pensamientos forjan
tu destino, ¡casi nada!
El deterioro físico que sufrimos
desde que nacemos, y que se debe principalmente a una evolución marcada por el
imperio del oxígeno, no ayuda nunca a que nuestros pensamientos vuelen por
encima de nuestra mortalidad y, desde luego, esto es algo que no mejora
conforme vamos cumpliendo nuestro tiempo finito en este mundo.
Pese a los recordatorios
permanentes que llamamos “achaques”, nos empeñamos en considerarnos jóvenes (y
eso, desde luego, contribuye beneficiosamente a nuestra, tan ahora de moda,
salud mental), pero si pensamos demasiado en nuestros autoengaños la cosa ya no
es tan beneficiosa.
Por algún motivo desconocido,
pero que sin duda tiene que ver con nuestros pobres esquemas mentales y con
nuestra naturaleza imperfecta, la racionalización no es siempre lo más
deseable.
En fin, que me deseo un feliz e
irracional cumpleaños.
Buenas tardes desde Arcoíris.