13 de septiembre, de nuevo.
Detenerse un instante, simplemente a contemplar como pasa el tiempo, es algo aconsejable.
Te hace ser consciente de que tarde o temprano se te agotará, pero, al mismo tiempo, te permite valorar la propia vida y la de los que te rodean.
Los hay que piensan que en nuestro viaje existencial lo importante es el destino. Otros, sin embargo, creen que lo que importa es el propio viaje.
Y, aunque pueda parecer que entre estos dos grupos ya estamos todos incluidos, aún queda espacio para los que creen que lo fundamental en ese viaje es, en realidad, la compañía.
No puedo decir que yo sea de estos últimos, pero sí que es cierto que hay personas que hacen que tu transcurrir sea más agradable.
Otro año más llega el momento de detenerme a escribir sobre ella, y al hacerlo comprendo que no solo le debo la vida, sino que mientras vivió contribuyó a que mi camino fuera más llevadero. De nada sirve correr si no sabes hacia dónde vas, y para ello toda guía es poca.
Como bien saben los que me conocen, mi memoria es buena olvidando, pero hay algunas cosas que es imposible olvidar. Como dijo Pascal, el corazón tiene razones que la razón ignora.
Mi camino es más triste sin tu compañía, mamá.
Buenas tardes desde Arcoíris.