De nuevo,
septiembre. Otro año más...
Es extraño
como discurre el tiempo en nuestra cabeza.
A veces,
casi siempre de hecho, vivimos como si fuera algo de lo que
disponemos, sin reservas, a largo plazo. Su transcurrir solo nos
incomoda en el día a día, a corto plazo.
Una veces
pasa con asombrosa lentitud y otras se nos escurre inmisericorde.
Las
efemérides de nuestra vida nos hacen detenernos un momento y ser
más conscientes del paso del tiempo. Las buenas y las malas, sin
distinción.
Hoy es un
día de esos para mí. Me devuelve a la realidad de mi propia
mortalidad y me coloca directamente en el punto de mira de mis más
oscuros pensamientos.
No quiero
que este blog se convierta en un pozo de tristeza, ni de catarsis
personal, pero si no me obligo a escribir más, y sólo lo hago en
estas fechas, es exactamente lo que acabará pareciendo...
Este año
dejaré que palabras mucho más elogiables que las mías se expresen
por mí:
Fragmento de "A mi madre", 1863, Rosalía de Castro
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Yo tuve una dulce madre,
concediéramela el cielo,
más tierna que la ternura,
más ángel que mi ángel bueno.
En su regazo amoroso,
soñaba... ¡sueño quimérico!
dejar esta ingrata vida
al blando son de sus rezos.
Mas la dulce madre mía,
sintió el corazón enfermo,
que de ternura y dolores,
¡ay!, derritióse en su pecho.
Pronto las tristes campanas
dieron al viento sus ecos;
murióse la madre mía;
sentí rasgarse mi seno.
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Esos ecos de
tristes campanas que menciona Rosalía aún resuenan en mi cabeza,
como si el tiempo no hubiera pasado, como si no fuera a pasar nunca.
Buenos días desde Arcoíris.