El auténtico, el faraón hereje, se
fue hace más de 3300 años. Mi gato lo ha hecho hoy.
Tenía 21 años, que para un gato
es como ser centenario para nosotros, así que no ha tenido una vida corta.
Además de larga, su vida ha sido
cómoda. No puedo ir más allá de esto pues no tengo claro si los animales son
felices en el sentido humano y, por otra parte, dudo que un animal domesticado,
al que se le da todo hecho y al que se limita su mundo, pueda experimentar la felicidad
en profundidad. Es el nuestro un mundo
de contrastes, y no se es verdaderamente consciente de lo bueno si no se
experimenta lo malo.
No era un gato especial, era lo
que se espera de un gato: independiente y egoísta. No me gustan las mascotas en
general, pero desde luego prefiero un gato orgulloso a un perro lameculos. Sé
que no se trata más que de un traslado, de una proyección antropomórfica, de nuestras
actitudes en la vida y que el "egoísmo" de los gatos o la
"nobleza" de los perros obedece a meras cuestiones evolutivas y de
adaptación, pero no me siento más tonto por admitirlo.
De igual manera, nuestra
civilización (a través de lo que se considera política o socialmente correcto)
y nuestra querida razón (que pensamos única en el mundo animal), hacen que
admitir que se siente más la pérdida de una mascota que la muerte de las
decenas de miles de personas que nos dejan cada día, te convierta en una
especie de monstruo. Pues bien, yo acepto que se me considere un monstruo.
La ética, tristemente ligada a
valoraciones de tipo moral, ni es única, ni es absoluta, ni es inmutable. Pero
es que, además, no debería negar nuestra naturaleza.
Quien de verdad me considere un
monstruo por admitir tal hecho es, simplemente, un hipócrita. Los sentimientos
no pueden ser moldeados ni juzgados bajo patrones de uniformidad, ni sobre
ideas de lo que está bien y de lo que está mal. Se siente y punto. Nadie llora
todo el tiempo por las injusticias del mundo y, sin embargo, hay quien lo hace cuando
ve sufrir a un animal.
Es lo que somos, seres empáticos.
Y la empatía, como la gravedad o el campo electromagnético, disminuye con el
cuadrado de la distancia.
Hace poco me preguntaban por la
ataraxia, que viene a ser un estado, claramente inalcanzable en mi opinión, en
el que se es imperturbable a los dictámenes de los sentimientos, las pasiones y
los deseos.
Aunque reconozco, ahora y en
alguna entrada anterior, que mi tendencia siempre ha ido en esa dirección, se
debe ser cuidadoso en los extremos. Lo lamento por algunos de mis queridos filósofos
griegos, pero creo que alcanzar ese estado sí nos convertiría en monstruos. De
hecho, creo que se considera una patología, una disfunción, a nivel
psicológico.
Siento que mi gato haya muerto, y
siento haberlo ayudado a morir, aunque la eutanasia no me supone un problema
ético ni siquiera con los humanos. No elijo lo que siento.
En su honor, y de
nuevo caigo en el antropomorfismo, repito imagen por primera vez en este blog.
Es la foto con la que abrí mi primera entrada, aunque no tenía relación alguna
con ella.
Buenas noches desde Arcoíris.