Vivir es difícil. Morir, no
tanto.
Sin embargo, y pese a que los
seres humanos somos cómodos, elegimos ser.
Bueno, en realidad no escogemos
ser, pero sí seguir siendo. Hay algo de masoquista en todos nosotros.
Nos decimos que los instantes de
felicidad, por escasos que puedan llegar a ser, compensan los malos ratos. Somos
buenos mintiéndonos.
Todo el que ha estado cerca de la
muerte, de una forma u otra, parece sentirse aliviado de no haber dado ese
salto involuntario. Nos empeñamos en valorar las cosas sólo cuando las perdemos
o estamos cerca de perderlas, hasta el punto que nos hacen desgraciados cosas
que generalmente carecen de verdadera relevancia.
Durante algunos momentos, a veces
sólo suspiros en nuestra existencia, todo nos parece inútil e insufrible. Nos
sentimos desdichados pese a que, con toda probabilidad, millones y millones de
personas se cambiarían por nosotros sin siquiera dudarlo. Hay algo inescrutable
en nuestra naturaleza.
Por suerte, o por desgracia,
siempre tenemos un aliado. Alguien que es tan implacable como impersonal, tan
nivelador como esclavizante, tan cruel como inexorable...
Si uno espera lo suficiente, todo
parece siempre volver al cauce de la tan apreciada como, en el fondo, poco deseada
"normalidad".
Buenas tardes desde Arcoíris, donde el tiempo ha muerto y con él las indecisiones.
Buenas tardes desde Arcoíris, donde el tiempo ha muerto y con él las indecisiones.