sábado, 29 de noviembre de 2014

El errático flujo de la inconsciencia



Vivir es difícil. Morir, no tanto.

Sin embargo, y pese a que los seres humanos somos cómodos, elegimos ser.

Bueno, en realidad no escogemos ser, pero sí seguir siendo. Hay algo de masoquista en todos nosotros.

Nos decimos que los instantes de felicidad, por escasos que puedan llegar a ser, compensan los malos ratos. Somos buenos mintiéndonos.

Todo el que ha estado cerca de la muerte, de una forma u otra, parece sentirse aliviado de no haber dado ese salto involuntario. Nos empeñamos en valorar las cosas sólo cuando las perdemos o estamos cerca de perderlas, hasta el punto que nos hacen desgraciados cosas que generalmente carecen de verdadera relevancia.

Durante algunos momentos, a veces sólo suspiros en nuestra existencia, todo nos parece inútil e insufrible. Nos sentimos desdichados pese a que, con toda probabilidad, millones y millones de personas se cambiarían por nosotros sin siquiera dudarlo. Hay algo inescrutable en nuestra naturaleza.

Por suerte, o por desgracia, siempre tenemos un aliado. Alguien que es tan implacable como impersonal, tan nivelador como esclavizante, tan cruel como inexorable...

Si uno espera lo suficiente, todo parece siempre volver al cauce de la tan apreciada como, en el fondo, poco deseada "normalidad".


Buenas tardes desde Arcoíris, donde el tiempo ha muerto y con él las indecisiones.