Había tomado una decisión.
Deshojando las mentiras de su existencia, se acercaba cada
vez más a la desnuda verdad que regía su vida.
En ese lento caminar su ser aligeraba progresivamente al
irse desprendiendo del follaje que le lastraba.
Pronto comprendió que algo no iba bien, que su esencia ya
estaba demasiado delgada, que en realidad era posible que no hubiera nada bajo esas
hojas. El miedo lo invadió, pero su determinación era grande.
Sus ojos habían ido cambiando en el proceso. Lenta,
gradualmente, empezaba a ser capaz de ver las hojas sobre los demás.
Comprobó que con esa nueva visión sus semejantes se
homogeneizaban enormemente.
También se dio cuenta de que sólo los más infantes parecían
desnudos, el resto eran ejemplares bien frondosos.
Las excepciones eran pocas y no parecían tan delgados como
él. Quizás habían tomado su decisión más a tiempo, o tal vez eran así desde el
principio y nunca necesitaron, ni quisieron, cambiar. Lo cierto es que no parecían
conscientes de su diferencia. Indudablemente no veían como él.
Empezó a sentirse como Ray Milland en "El hombre con
rayos X en los ojos" y, de nuevo, sintió miedo. ¿Acabaría como él,
arrancándose los ojos que le escandalizaban?.
Cuando las últimas hojas de la mentira cayeron de su
raquítico cuerpecillo, algo se estremeció en su interior...
Durante un segundo algunas lágrimas acudieron a sus ojos, y
sus labios esbozaron una sonrisa.
Fue así como al morir conoció la auténtica verdad y, en un
último gesto tan involuntario como egoísta, se la llevó consigo.
Buenas tardes desde Arcoíris.