martes, 17 de abril de 2012

Pensamientos desde el tren (I)


Desaparecer

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Todos alguna vez hemos sentido deseos de desaparecer.

No en el sentido trágico de la palabra (bueno, algunos puede que también), sino como una forma de desconexión con la realidad que vivimos día a día.

Esa "desaparición" puede ser, si se me permite la licencia de separarlos, en el tiempo y/o en el espacio.

-La unidireccionalidad temporal (la famosa flecha del tiempo) limita la primera opción, en principio, al ámbito de nuestra imaginación. Sólo podemos suponer lo que haríamos si volviéramos atrás en el tiempo (con la ventaja añadida de nuestras experiencias, claro), o como nos las arreglaríamos si el salto fuera hacía adelante.

Personalmente siempre he preferido el salto a oscuras hacía delante que el salto con ventaja hacía atrás. Pero eso ya es cuestión de gustos.

-La desaparición en el espacio ya es otro tema. Puede manejarse también con la imaginación, pero no hay una imposibilidad real de acometerla. Podríamos mantener nuestra línea temporal y desplazarnos espacialmente lo suficiente (cada vez es más difícil hacerlo) como para que pudiéramos/pudieran considerarnos "desaparecidos". Podríamos cortar todos los lazos tendidos con nuestra anterior existencia, por lo que verdaderamente podría ser entendido como un "renacimiento".

Las dos formas de desaparición no existencial se nos aparecen (valga la tontería) repetidamente en la mente a lo largo de nuestra vida, pero hay quien, en mayor o menor medida, decide desaparecer de la única forma posible en lo que llamamos mundo real: por la segunda vía.

Esa gente, que sin duda es de otra pasta, pueden ser, lo son, considerados tan valientes como cobardes, tan audaces como imprudentes, egoístas, inconscientes, sin ética...

En realidad nada que no sea superado, en cada uno de sus términos y en todas las direcciones, por el comportamiento humano general.


Hago ¡chas! y desaparezco de tu lado.


Buenas tardes desde Arcoíris.

miércoles, 4 de abril de 2012

Mi pretencioso andrógino


Recuerda, mi brillante Venus, que tu luz es prestada y que tus pretensiones de ser estrella ya hace tiempo que son vanas.

Tu nombre de diosa del amor hace que te vanaglories, pero la humilde Luna ha rendido más corazones que tú y nunca ha sido tan vanidosa.

Siempre queriendo destacar, eres lucero del alba y a veces lucero vespertino.

Orgulloso de tu belleza eres el único, aparte de nuestra madre Tierra, con nombre femenino. Y no contento con ello has conseguido que tu símbolo sea hoy en día el que denota al sexo ingenuamente llamado débil.

Ni siquiera te pareció bien girar como la mayoría. No, tenías que girar al revés, remarcando tu tozudez.

Llegaste incluso a humillar al pobre Mercurio quien, por su proximidad al Sol, merecía por derecho propio ser el más caliente.

Tu infernal día dura ocho de nuestros meses. También tenías que hacerte el interesante en eso.

Pues bien,

¡Que sepas que te vigilo!. No me engañas, bello astro.


Buenas noches desde Arcoíris.