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Navidad, que a diferencia de la juventud de Darío, se irá para volver. Machaconamente.
Navidad, que tan honorables como efímeros deseos despierta en nuestros corazones.
Navidad, cumbre de lo superfluo y madre del autoengaño.
Navidad, cuando algunos celebran la llegada de un salvador que no pudo, o no quiso, o no supo, salvarse y que no pudo, o no supo, salvarnos.
Es sin embargo esa Navidad, con toda su contradicción, la que consigue año tras año que las familias se junten y los amigos se reafirmen. Y es por eso que no puedo terminar de odiarla.
Volviendo a Rubén: cuando quiero llorar, no lloro, y a veces lloro sin querer...
Buenas noches desde Arcoíris, donde la Navidad no tiene nombre.