![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgNMmdkDc5kobApjq-j3BYAjUlGlkQV73UlccAm2Dr8Nui8oODbs-1NkerwajFNTtfUro9uG_Fnq3DMlawE_26T54jbAe3MW5MgeJRp7ZsiT87rcWAbCw9SS-JmrCw5zJMz0mz3oJpfKJk/s200/Enterprise.jpg)
La velocidad de la luz es una de esas constantes universales que marca la forma de ser de nuestro Universo. Su valor es el que es (esa es una de las definiciones de Dios, "El que es"), pero lo relevante para esta entrada es que es finita.
Ello determina que nuestras miradas al cielo sean vistas al pasado.
La luz del Sol que llega a nuestros ojos (que, por otra parte, es una simple manifestación de la energía que se generó en su interior hace un millón de años), haciéndonos apartar los rostros, tarda 8 minutos en recorrer el camino desde su superficie hasta nosotros, así que lo que en realidad estamos viendo es como era el Sol hace ese periodo de tiempo.
Esto es aplicable a cualquier objeto estelar que podamos ver, ya sea con nuestros ojos o con nuestros instrumentos. Dado que podemos "ver" a distancias enormes, nuestra visión se extiende hacia atrás en el tiempo casi hasta el origen del Universo mismo.
Esto da pie a muchas reflexiones, pero yo me voy a centrar en una que, sin duda, debe haber sido tratada extensamente, aunque no me conste.
La ciencia ficción juega a menudo con velocidades supralumínicas. Así, se habla de hiperespacio, hiperpropulsores, motores warp, impulsores taquiónicos, etc.
La cuestión es la siguiente: puesto que la información de la que disponemos viene limitada por la velocidad finita de la luz (ansibles aparte, pues éstos requerirían interlocutor inmediato) y ello implica el retardo temporal ya mencionado, cualquier viaje a velocidad superior a la luz, sea instantáneo o no, tendría un destino espacio-temporal absolutamente incierto. Aún con las correcciones espaciales, de la mano de las correlaciones temporales adecuadas, lo que encontraríamos no tendría nada que ver con lo que habíamos observado antes de nuestra partida, fuera cual fuera nuestro origen.
En estas condiciones, ¿tendrían algún sentido práctico este tipo de viajes?.
Sin duda a la larga podríamos ir cartografiando el Universo "en tiempo real" y, con ayuda de dispositivos de comunicación razonablemente instantáneos, de momento inimaginables, hacer posible una exploración adecuada, pero esa labor sería inmensa en su esfuerzo y en sus riesgos.
Desde luego, no viviríamos en el universo que vemos. Lo cual no es tan extraño si aceptamos que, en realidad, el Universo tampoco es como lo vemos.
Buenos días desde Arcoíris.